Al parecer todos debemos congratularnos por el hecho de que el Parlamento Europeo -¡cuánto bueno!- no ha reprobado a Benedicto XVI por sus palabras acerca de los preservativos, un nombre que siempre me ha parecido muy adecuado: en efecto, los condones preservan, aunque no aseguran, de enfermedades pero, en primer lugar, preservan de los seres humanos, es decir, del niño por nacer.

En cualquier caso, tengan en cuenta que no se estaba juzgando el preservativo sino a la libertad de expresión papal.

El resultado ha sido de 253 votos en contra de la condena papal, 199 a favor y 61 abstenciones. Esto significa que a los de me importa una higa lo que está pasando, es decir, los que se abstienen podían haber dado la victoria a los amonestadores del obispo de Roma. Destacados socialistas como José Borrell o Miguel Ángel Martínez votaron a favor de la reprobación, mientras Mayor Oreja, con su buena intención, sin duda, pero con su habitual perspicacia, volvía a meter la pata cuando resumía la reprobación como un atentado contra la libertad religiosa. No hombre no: los de la europarlamentaria moción no atentaban contra la libertad religiosa sino contra la libertad de expresión.

Por su parte, el Congreso madrileño trabaja en la misma dirección: con la inestimable colaboración de la popular Ana Pastor, y a iniciativa de Iniciativa per Catalunya (IC), los chicos quieren reprobar al Papa, pero de reprobación a condenación sólo hay unas pocas letras.  

En cualquier caso, mi opinión es que, una vez más, nos hemos quedado cortos: sus Señorías, los de Estrasburgo, y los de Madrid. Lo suyo no es una reprimenda al Papa, lo que hay que hacer con el infame de Roma es fusilarlo. Y si queremos ser humanitarios, al menos condenarle a cadena perpetua. Existen muchos argumentos para adoptar una posición tan coherente con una cierta idea de la libertad.

Si esto es lo que se ventila en el Euro Parlamento, creo que lo mejor que podemos replantearnos es la refundación de la Unión Europea, porque si después de casi sesenta años de UE, a lo que hemos llegado consiste en financiar un Euro Parlamento para que se dedique a estas memeces, lo aconsejable es empezar de nuevo la construcción de Europa, desde el Tratado de Roma hasta aquí. Porque si el 7 de junio tengo que votar para financiar este monumento a la egolatría que es el Euro Parlamento, para que 700 pinchauvas decidan qué es lo que el Papa puede decir y qué debe callar, pues casi que me borro.

No lo había pensado, pero es lógico que la persecución contra la Iglesia, que está pasando de persecución educada a persecución desaforada, comience con críticas políticas y reprobaciones parlamentarias. Pero el objetivo final es llevar al Papa, a la Iglesia, al banquillo de los acusados para obtener una sentencia condenatoria de la doctrina cristiana, por ejemplo, con el asunto del profiláctico. Ya me imagino el fallo: el Vaticano condenado por alentar políticas genocidas, dado que como el ser humano no puede vivir sin fornicar con todo aquello que se le ponga a tiro, el mero hecho de aconsejar amor en lugar de condón, puede resultar en asesinato de los afectados por el virus. De lo más homicida.

Y esto es bello e instructivo, porque, de ese modo, matamos dos pájaros de un tiro: la Iglesia hacia la trena y la humanidad hacia la tiranía. Un verdadero paraíso progresista. A fin de cuentas, para quienes no creen en nada la única verdad está en las sentencias de los tribunales. ¡Pobriños!

Y no renuncio a lo del fusilamiento papal.

Mientras Benedicto XVI viaja a Oriente Medio: ésa sí que es una etapa importante.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com