El Papa Francisco, en un encuentro con ochenta obispos de Asia, ha señalado, de esa fecunda tierra regada con la sangre de los mártires, que dentro del espíritu de apertura a todos, "tengo total confianza de que los países de este continente con los que la Santa Sede no tienen aún relación plena avancen sin vacilaciones en un diálogo que a todos beneficiará".
Sin citar a China, ni a Laos, Vietnam, Birmania, Corea del Norte, Brunei o Bután, el Papa, más allá de las perspectivas geoestratégicas, ha invitado a esas naciones a una apertura creativa a la presencia del hecho cristiano y a una posibilidad de demostrar que la confesión de fe no significa la anulación de la identidad cultural o la pérdida de ciudadanía.
El Papa Francisco ha vuelto a poner en valor el sueño de una China que acepte el hecho cristiano sin reduccionismos ni manipulaciones políticas. El Papa ha recuperado el sueño misionero de aquel jesuita del siglo XVI que se llamaba Francisco Javier.
Jesús Martínez