Sr. director:
Empezaron los de fuera, pero ahora también se apuntan los de casa (católicos de buena fe), a pedir la dimisión del Papa, tal vez movidos por una falsa compasión. El argumento es que el Papa ya no está en condiciones (físicas) óptimas para dirigir la Iglesia, tal vez olvidan que la Iglesia no se dirige con el físico.
Hace unos días oí una conversación al respecto que me ha parecido interesante. Se trata de una comparación entre el Papa, Juan Pablo II y el profesor Hawking. Dos mentes famosa y preclaras metidas dentro de un cuerpo físicamente incapaz.
Pues bien, se aconseja la dimisión y el retiro del Papa porque tiene mal aspecto y necesita el papamóvil para desplazarse, mientras que, contrariamente, se aplaude, sin tener en cuenta su aspecto (necesita silla de ruedas muy especial), todos los éxitos científicos y sus imposibles exposiciones en público.
Al Papa se le ridiculiza en su vejez y se ensalza a Hawking por su incapacidad física valorando más su trabajo. El Papa habla del espíritu, de Dios, de la persona y de la paz. Hawking contesta preguntas científicas que, aunque complicadas, no dejan de ser populares y aplaudidas. ¿Por qué se acepta al sabio y no al santo? Qué al Papa lo ridiculicen los laicistas, materialistas, hedonistas, ateos, etc., aunque sin razón puede tener un sentido pero que lo hagamos acríticamente, por falsa compasión o por mimetismo los cristianos, estoy convencido que no lo tiene.
Jesús Domingo Martínez