El hecho de que el INE señale que el paro haya bajado en junio no debe lanzarnos a la esperanza de que lo peor de la crisis ya ha pasado. Seguimos inmersos en una crisis de dimensiones colosales. Incluso con riesgo de recaída, como advierte Funcas. Además, en términos interanuales, el paro sigue produciendo dolorosas sangrías. Y lo peor: en un año hemos perdido 400.000 empleos. Sólo en el 2009 fueron 1.369.700 las personas que perdieron su puesto de trabajo, 500.000 de ellas de manera improcedente.
Pero es que además, si nos fijamos en las estadísticas oficiales nos daremos cuenta de la gravedad de la situación: tenemos 5,4 millones de demandantes de empleo. ¿No eran 4,6 millones? No. Hay 4,48 millones oficialmente en paro, pero a estos hay que sumar los que estando trabajando demandan un empleo. Es decir, los subempleados. No en vano un tercio de la masa laboral cobra menos de 850 euros al mes. Además hay que sumar a los que tienen disponibilidad limitada y los que están en cursos de formación, excluidos de las estadísticas tras el maquillaje Caldera. Así que estamos en las puertas de un estallido social.
De los 4,48 millones de parados, 1.439.743 están recibiendo la prestación contributiva, 1.327.646 los subsidios; la renta básica de inserción 119.507 y el subsidio agrario (PER) 150.492. Eso significa que quedan sin percibir prestación alguna 1.451.841 personas. Una situación límite que sólo se soporta gracias al colchón social de la familia y a la economía sumergida.