El problema es que Pérez no sólo es lo suficientemente soberbio como para no soltar la presa, es que, de hecho, no pude soltarla. Hasta sus socios más moderados, los March, saben que no pueden marcharse por la sencilla razón de que se tragarían una minusvalía importante.
Y tampoco puede aumentar la participación indefinidamente, porque el dinero recibido por la venta de Fenosa servirá para pagar al banco financiador de la compra, el Santander, y para amortizar deuda del otro banco, el BBVA, que les financió la entrada en Iberdrola.
Aún así, echando mano de todos sus recursos y alguno más, ACS no obtendría la necesaria mayoría de control. Pero tampoco puede abandonar porque perdería dinero.
Y ahí surge la tentación: buscar un caballero blanco, como Pizarro se buscó a E.ON, para laminar al adversario. Basta con reparar en cómo acabó E.ON. Porque la pregunta no es si gana Galán o gana Florentino. La pregunta es si gana o pierde España y los españoles. Con tal de aplastar a su enemigo, veo a Pérez muy capaz de cederle Iberdrola a EDF o a Suez, dos gigantes públicos franceses deseosos de aumentar su cuota de mercado en Europa, entre otras cosas porque disparan con pólvora del Rey. Y también veo a Galán muy capaz de profundizar en la alianza con Suez, que no deja de ser el abrazo del oso. A fin de cuentas, ¿qué ocurrió en Endesa? Que unos millonarios españoles, los Entrecanales, dieron un pelotazo y que el Gobierno italiano se quedó con Endesa. De inmediato, se redujeron las inversiones de la eléctrica y aumentó su endeudamiento para financiar la compra. Ahora puede ocurrir lo mismo con Iberdrola. ¿Qué más me da que Florentino Pérez se forre con una feroz plusvalía si se pierde soberanía estratégica y capacidad de inversión? Mejor nos quedamos como estamos.
Eulogio López
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