Constituye un serio retroceso a la actual legislación despenalizadora, ya de por sí injusta. Eso asegura la Conferencia Episcopal Española sobre la nueva ley del aborto del PSOE, la Ley Bibiana.

Yo creo que no, que la ley de 1985, la de Felipe González, es aún más perversa más homicida que la de ZP. Pero lo mismo da, porque ambas serán un fraude de ley, ambas están redactadas para que cualquier madre pueda asesinar a su hijo indefenso en cualquier momento de la gestación. No son dos leyes, son dos coladeros.

Más interesante, y escribo hoy porque no veo que se le haya prestado mucha atención, es el énfasis de los obispos en que un político católico debe ser coherente y votar en contra de esa ley. Si no recuerdo mal -aunque sufro de Alzheimer- es la primera vez que los obispos españoles penetran en el formidable universo de la coherencia. Un católico no puede refrendar una ley abortista, estamos de acuerdo.

Pero, ¡cuidado!, el Reino de Coherencia está poblado de peligros, arteras trampas y lazos sutiles. Porque claro, la ley presuntamente menos mala, la de 1985, ha ocasionado nada menos que 112.000 asesinatos anuales.

Y ya puestos, y entrando en el no menos formidable universo del espacio-tiempo, la precitada coherencia obligaría, no sólo a votar no al proyecto de la señorita Aído sino proponer la derogación de la ley de 1985. Pero la coherencia es muy tirana, y no sólo se conforma con ser fiel a la hora de promulgar, sino incluso a la hora de derogar y, sobre todo, al lapso que transcurre entre ambas acciones, es decir, a la hora de poner en práctica lo promulgado.

Pasando de la poseía a la prosa, lo que quiero decir, es que si yo fuera un diputado o senador del Partido Popular no me quedaría del todo tranquilo, definitivamente tranquilo, votando en contra de la ley de 2009 pero sin mover un dedo por la de 1985, esa de la que don Mariano Rajoy dice que defiende la vida, afirmación que avala con un argumento definitivo: lo ha dicho el Tribunal Constitucional. Por lo tanto, los 112.000 abortos anuales deben ser una veleidad del subconsciente.

O así, que dijo un vasco, y no era Erkoreka.

Maticemos, que la ocasión lo requiere. No es que los obispos no criticaran y con  muchas ganas, la política tibia repugnante del Gobierno popular durante los 8 años de aznarato (1996-2004). Hoy el diario La Razón recoge la información con gran rigor. La doctrina de la Iglesia no ha cambiado y los obispos españoles han sido valientes para demostrarla tanto con el PP como el PSOE. La novedad estriba en que ahora los obispos no solo explican la doctrina, sino que apelan al primero y principal de los valores no-negociables de Benedicto XVI, y recuerdan que ningún político- ni o votante católico- puede apoyar una ley de aborto. No es que vayan a excomulgarle, es que él mismo incurre en pena de excomunión, de la misma manera que si asesino al vecino no hace falta que ningún cura certifique mi pecado: he incurrido en pecado grave contra el quinto mandamiento.

Por lo demás, dejemos a un lado la grossem chorradem del portavoz parlamentario del PSOE, ex ministro José Antonio Alonso, al negar a la Iglesia la libertada de hablar porque las leyes se hacen aquí, en el Congreso y, así, con tan profundo argumento, debemos negar a los científicos, no diputados, la libertad de hablar sobre ciencia, a los escritores no elegidos por el pueblo la libertad de disertar sobre literatura y, en suma, a la cocinera del señor Alonso, la libertad de prepararle la comida sin someterlo al control parlamentario. Ésta es la viva demostración del coeficiente intelectual de nuestra clase política en particular y de nuestra progresía en general. 

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com