Sr. Director:
Cuentan de un joven pastor de cabras que en cierta ocasión manifestó que le gustaban mucho las sopas con vino.

 

Le preguntaron qué haría si fuera muy rico. El pastor contestó "¿y qué es ser rico?" "Pues tener todo lo que quieras: casas, ropa, muchas tierras, vacas, las mejores cabras.... ¿Tú qué harías?" Contestó ilusionado: "¡Me comería cada plato de sopas con vino!"…

En Europa se cuenta con una red de instituciones pluriestatales que deberían permitir llevar a cabo su noble proyecto comunitario. Por otra parte, en esta misma Europa se acentúa alarmantemente la presencia de nacionalismos exacerbados.

La reciente historia nos demuestra los cruentos medios que se han empleado para conseguir el independentismo (recordemos la antigua Yugoslavia y otros países), y, a la vista de ello, cabría preguntarse si sus máximos responsables pretenden con esa actuación el engrandecimiento de su país. No se trata de amor legítimo a la patria o de aprecio por su identidad, sino, por el contrario, de un rechazo feroz por el otro en su diversidad.

También la historia ha demostrado que del nacionalismo se pasa velozmente al totalitarismo y que cuando los estados -¿y las autonomías?- ya no son iguales, las personas acaban también por no serlo. Así se destruye la solidaridad natural entre los pueblos, y se desprecia el principio de unidad del género humano.

Centrándonos en nuestra piel de toro y observando el fenómeno con objetividad, bien se podría deducir si las reivindicaciones de algunas autonomías están rompiendo el diseño natural que lleva al entendimiento entre los hombres, poniendo obstáculos para que ni siquiera la lengua común sea lazo de unión. ¡Qué "peñazo"!

Contemplamos atónitos las peticiones reiteradas de los responsables de las autonomías que quieren pasar por encima de la Constitución Española para conseguir su independencia absoluta, aunque para ello lesionen los derechos y libertades del resto de los ciudadanos que lo único que quieren es seguir siendo españoles y que les solucionen los graves problemas que tienen en la actualidad; problemas que no tienen nada que ver con la obsesión nacionalista. ¡Qué "peñazo"!

Europa está integrada por estados y España por sus autonomías, de pequeñas o medianas dimensiones. Pero todos tienen su propio patrimonio de valores, la misma dignidad y los mismos derechos.

Si la comunidad internacional -y en menor escala el Estado español- no alcanza a ponerse de acuerdo sobre los medios para resolver en su raíz el problema de las reivindicaciones nacionalistas, se puede prever que se volverá progresivamente a relaciones de poder, a causa de las cuales serán las personas las primeras en sufrir: los derechos de los pueblos van de la mano con los derechos del hombre.

Cuando no se tiene visión amplia para abarcar los deseos y necesidades del conjunto centrándose solo en sus metas estrechas, se desemboca en un analfabetismo que lleva a desear cazurramente ¡las sopas con vino!

Pepita Taboada Jaén