Si quieren ustedes comprender el mundo real no viajen, no estudien, no hablen: lean El País, con eso basta. Por ejemplo, lean la edición del lunes 7 de junio. Tranquilos, una sola página bastará. La 37, en la edición madrileña, para ser exactos. A un lado, figura el siguiente titular: "Polémica en Holanda por el uso de la eutanasia con enfermos mentales. La ley sólo deja aplicarla por sufrimientos físicos". Al otro lado de la página, a la derecha, en sentido espacial, podemos leer: "Cadena perpetua por matar a su perro. Un hombre pasará toda la vida en prisión tras ser hallado culpable en EEUU de decapitar a su mascota".

 

No deben deducir ustedes, así, sin ulteriores reflexiones, que en el siglo XXI es mejor ser perro que hombre. No, señor. Esta noticia abunda en matices, que no valen para gran cosa pero que, en pro de la honradez intelectual, deben ser reseñados. Por ejemplo, James Abernathy ha cometido anteriormente delitos, como atracos a mano armada, pero ninguno de ellos le ha supuesto cadena perpetua. Lo malo es que en su California residencial existe la "ley de los tres delitos", donde el tercero te supone pasar el resto de tu vida entre rejas. Pues buen, el tercero fue el del perro. Si su primer acto violento hubiera sido con el animalito, "sólo" le habrían caído 3 años.

 

Se ve que el animalito se lo había hecho en casa o vaya usted a saber. El caso es James se amoscó y ahora pasará el resto de su vida entretenido en reciclarse profesionalmente en el penal para entrar en la otra vida bien preparado. Eso sí, si por un casual algún compañero de prisión, con el corazón henchido de misericordiosa compasión por el necesitado, decide abreviar la larga espera de James en su camino hacia una vida mejor, las autoridades no se harán responsables de ello. El perro ha sido vengado, pero James sólo era un ser humano, y, además, un pelín indeseable.

 

Por lo demás, quiero que sepan, queridos lectores, que la noticia me ha afectado muy dentro. Como natural del ovetense barrio de Ventanielles que soy (conocido como "ciudad sin ley", así como otros calificativos peores que renuncio a explicitar), tiemblo sólo de pensar que se me pueda acusar de los experimentos realizados cuando era niño (las malas influencias, seguro) con perros y gatos, en las proximidades de la vía férrea que atravesaba el límite de la barriada. Espero que mis ignominiosos delitos contra todo tipo de bichos hayan prescrito.

 

La noticia vecina resulta, asimismo, muy ilustrativa, casi diría complementaria con la anterior.

 

Holanda es un país pequeño, que, dentro de la especialización que impone la era de la globalización, le ha tocado dos tareas en el mundo: surtir de estrellas a la plantilla del Barça y llamar la atención. Esta segunda es importante, porque los pobres holandeses sufren un feroz complejo de inferioridad respecto a sus vecinos alemanes y, naturalmente, están dispuestos a apuntarse a un bombardero con tal de ser noticia. Por ejemplo, el capítulo de aberraciones en Europa Occidental andaba ya bastante complejo, con todo tipo de atentados contra la vida, la familia, la educación y, en general, la felicidad de la parroquia. Pero había un campo ignoto donde todavía se podía ser pionero: la muerte dulce (y hasta empalagosa), la eutanasia. La cosa empezó con una vigorosa campaña en pro de los derechos humanos, tan recia, tan progresista, que los ancianitos holandeses tienen un cierto recelo a traspasar las puertas de un hospital, no vaya a ser que entren pero no puedan salir, ustedes me entienden.

 

Pero ya lo dice el refranero: Comer, rascar y asesinar, todo es empezar. Esto es como el aborto o como la verdad. Una vez que te tragas el mosquito, te tragas el camello. Total, que en Holanda se ha "eutanasiado" a un tipo con Alzheimer y a otros tres que sufrían el mal de Huntington (es decir, que estaban ya locos). Al igual que el aborto se vendió con cifras falsas y apelando al peligro de la madre, la eutanasia se vendió en Holanda con el relato de personas que solicitaban el suicidio porque no eran capaces de soportar su sufrimiento: ¿Puede un loco solicitar que le maten? ¿O prefieren sus familiares y los médicos que viven de ello o que se pavonean de ello, tomar la decisión por él?

 

Es decir, que más vale ser perro que loco.  O ser perro que viajo. Todas las especies animales y vegetales tienen, al menos, la posibilidad de que alguien dé la cara por ellos. Todas, menos el hombre.

 

Pero eso sí, Holanda pasará a la historia como país pionero de la eutanasia. Recuerda, si viajas a Holanda, no te vuelvas loco. Y si vives en California, no te compres un perro: Podría morderte o, lo que es peor, provocarte cadena perpetua inapelable.

 

Eulogio López