Sr. Director:

Hace algunos días llegué tarde a casa, cansado del trabajo. Pepito, mi hijo pequeño de 4 años, me esperaba despierto y con una sonrisa en su rostro.

Me dio un beso y yo me dirigí a la sala a ver la televisión; se acercó y se sentó a mi lado, muy interesado en lo que yo estaba mirando. Era un programa de política que él todavía no entiende, pero aún así se quedó atento y en silencio.

Esperó atentamente a que llegaran los anuncios y, en ese momento, lanzó una pregunta:

- Papá, ¿cuánto te pagan por hora?

- Hijo, esa respuesta ni tu mamá la sabe.

Mientras volvía a prestar atención al programa, mi hijo, sin hacer ruido, se sentó más cerca de mí, para tratar de abrazarme. Pero hacía tanto calor que preferí hacerme a un lado.

Al terminar el programa, nuevamente me preguntó :

- Papaíto, ¿cuánto te pagan por hora?

Su carita mostró un poco de temor a que pudiera enfadarme. Como yo sabía que iba a preguntarme hasta que le contestara, decidí responder:

- Diez euros, hijo.

Entonces, corrió a abrazar su alcancía y a contar su dinero, pero en su rostro se dibujó una mueca de tristeza. Se acercó a mí, me abrazó y me dijo :

- Papá, ¿me prestas 3 euros?

- ¡Ah!, pillín, con razón estás tan atento a lo que hago : ¡Querías pedirme dinero! Mejor vete a dormir, que ya es muy tarde. Hasta tu mamá ya se acostó; no sé qué haces despierto.

Mi hijo se fue a la cama sin darme un beso de buenas noches. Supongo que porque le contesté muy serio. Yo no podía conciliar el sueño y deseaba saber para qué quería esos 3 euros. De modo que fui a su dormitorio y me acerqué a él:

- Pepito, ¿estás dormido?

- No, papaíto -me contestó-.

- Aquí tienes los 3 euros que me pediste.

Una sonrisa iluminó su rostro y de debajo de su almohada sacó otros 7 euros, al tiempo que me decía contento :

- ¡Ahora ya los junté! ¡Ya tengo 10 euros! Papá, ¿me puedes vender una hora de tu tiempo?

Javier Pereda

jpereda26@hotmail.com