Sr. Director:

Toda trasgresión consciente y voluntaria contra la Ley de Dios, se denomina pecado. Será pecado mortal, cuando por efecto del mismo se rompe la amistad del alma con Dios, se pierde la gracia santificante y se produce la muerte espiritual del alma. Para ello se necesita materia grave, obrar con plena conciencia y deliberación.

Si falta alguna de estas condiciones: no se dará nunca pecado grave, sino venial.

Ahora bien, todo pecado mortal conlleva además de la pérdida de la gracia divina, la carencia de paz interior. Consecuencias del pecado mortal son: la tristeza, la desazón y el remordimiento. Hay quien dice que hay que rechazar el sentido de culpabilidad. La experiencia nos dice que todos los humanos lo tenemos inscrito en la propia conciencia que muchas veces tratamos de acallar para que no nos moleste.

Dios lo permite para sacar bien del mal. No es buen camino el permanecer en el mal buscando justificaciones o disculpas, sino humillarse ante Dios y con sencillez pedirle perdón por nuestras debilidades. El rezo del Señor mío Jesucristo, es el bálsamo mejor para recobrar la paz hasta el momento de descargar nuestra alma en el sacramento del perdón, por el cual recibiremos el bien inapreciable de la paz interior.

Nunca olvidemos que el bien o el mal que hacemos, más pronto que tarde, nos pasará factura y nada compensa el dejarse llevar por la tentación.

Miguel Rivilla San Martín

miriv@arrakis.es