- "En su amorosa providencia, Dios ha querido que el primer viaje internacional de mi pontificado me ofreciera la oportunidad de volver a la amada América Latina", explicó el Papa.
- Enseguida el Santo Padre dejó claro el propósito del viaje: "No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo", y con Él, "la paz de Cristo".
- Preocupación de Francisco por el desempleo: "Existe el riesgo de tener una generación que no ha tenido trabajo", "mientras que es del trabajo que viene la dignidad de la persona, de ganarse el pan".
- Y a los periodistas: "Os pido que me ayudéis y trabajar por el bien de la sociedad, de los jóvenes y de los ancianos".
Pero lo importante de la visita es lo que diga el Papa en esta Jornada Mundial de la Juventud. Ayer ya pronunció su primer discurso, a su llegada a la ciudad brasileña, en el que destacó el hecho de su primer viaje a Iberoamérica: "En su amorosa providencia, Dios ha querido que el primer viaje internacional de mi pontificado me ofreciera la oportunidad de volver a la amada América Latina".
A continuación, el Santo Padre pedía humildemente "permiso" para entrar en los corazones de los brasileños, a quienes anunció con claridad su propósito, su programa, una especie de 'dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios': "No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo", y con Él, "la paz de Cristo". Es decir, un Papa que llega de la rica Europa que no trae dinero, sino lo más valioso que tiene, dejando claro de lo que va a hablar, por si alguien tenía dudas o reclamaba otra cosa...
Y, enseguida, la referencia a los jóvenes, protagonistas de estas jornadas, a quienes «Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: "Vayan y hagan discípulos; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas". Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados».
Además, el Santo Padre ofreció como una especie de programa de actuación de los mayores para con los jóvenes: "La juventud es el ventanal por el que entra el futuro en el mundo y, por tanto, nos impone grandes retos. Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos".
Y es que, el Papa le preocupan los jóvenes. Justo antes de partir hacia tierras brasileñas, Francisco se dirigió a los periodistas en estos términos: "Existe el riesgo de tener una generación que no ha tenido trabajo", "mientras que es del trabajo que viene la dignidad de la persona, de ganarse el pan". Y también ofreció el Santo Padre un pensamiento sobre la cultura del descarte que se refleja en el apartar a los ancianos mientras que es necesario promover una "cultura de la inclusión, una cultura del encuentro". Y a continuación dirigió una invitación a los periodistas: "Os pido que me ayudéis y trabajar por el bien de la sociedad de los jóvenes y de los ancianos".
Los jóvenes, los ancianos, los pobres...: las grandes preocupaciones del Papa. Un Pontífice que ya sólo con las palabras antedichas -y las que le quedan por pronunciar- responde sin quererlo a esos pocos -cuya importancia es amplificada sobremanera por los medios de comunicación- que protestaban en Brasil por los gastos de este viaje, pidiendo que se invierta lo mismo en sanidad y educación . O a esos que ven una supuesta rivalidad proselitista entre familias cristianas -católicos y protestantes- cuando, en realidad, quienes están ganando adeptos son las peligrosas sectas.
Sólo cabe imaginar que este viaje del Santo Padre, representante de Cristo en la tierra, hará mucho bien a no sólo a Brasil e Iberoamérica, sino a todo el mundo.
José Ángel Gutiérrez
joseangel@hispanidad.com