- Felipe de Borbón enaltece la figura de su padre y corta cualquier intento de sucederle.
- Un rey capaz, pero desacreditado ante la opinión pública, exhibe dolor de los pecados y propósito de la enmienda.
- En medio de un ataque feroz de los medios, los monárquicos defienden el impecable papel institucional del monarca.
Juan Carlos I, Rey de España, ha pedido perdón por su accidentado viaje a Botsuana y ha hecho propósito de que no se repetirá un lance de estas características. En resumen, dolor de los pecados y propósito de la enmienda en un monarca, algo insólito en Europa.
El periodista Pedro J. Ramírez, con el apoyo, o al menos la sonrisa satisfecha de Doña Letizia Ortiz Rocasolano, ha capitaneado la campaña para lograr la abdicación del Rey en su hijo, el Príncipe heredero. Botsuana se lo puso a tiro, mucho más que Froilán Marichalar o que los negocios de Iñaki Urdangarín, pero le ha fallado la pieza clave: el interesado. Felipe de Borbón ha cerrado filas con su padre y se niega a adoptar otro papel que el que le corresponde y ha correspondido.
Toda una plancha para El Mundo y para los políticos que han pedido esa abdicación o sencillamente el fin de la monarquía y el advenimiento de la III República: Felipe de Borbón ha conjurado la crisis institucional.
En paralelo, y en medio del ataque más brutal que se recuerda contra la institución, con la crisis institucional a las puertas, los monárquicos recuerdan que el papel institucional -no su vida personal- del Rey es intachable.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com