Otro partido malo de la Selección española de fútbol y otra espantada de Luis Aragonés. Esto marcha. Sin embargo, los partidos de la Selección son bellos e instructivos, casi una metáfora del ser nacionalista. Por ejemplo, en víspera el choque entre España y Letonia, y aprovechando la celebración de la Diada, ha hablado el presidente del fútbol Club Barcelona, dicho Barça, Joan Laporta es hombre de acendrada visión nacionalista, que tras ganar el Barça la Liga 2005-2006, pronunció aquellas solemnes palabras: "El Barça no es un club español aunque juega la Liga española".  

Ahora, Laporta ha vuelto a la carga, y acusa a las Federación Española de Fútbol de falta de "sensibilidad", mientras exige, pasado del lo romántico a lo crematístico, que las Federaciones paguen el gasto de las Selecciones, el gasto, se entiende, que les ocasionan a los clubes, al ceder a sus jugadores para las selecciones.

Las manifestaciones de Laporta recorren la médula espinal del nacionalismo, de cualquier nacionalismo:

1. En primer lugar, ¿habría dicho lo mismo Laporta si la cesión de jugadores fuera para la Selección catalana de fútbol?

2. Pagar un salario a un jugador, ¿significa disponer de todo su tiempo? Dicho de otra forma, ¿qué es lo que une a un futbolista con su club? El contrato, el salario. Buena prueba de ello es que cuando cambia el contratista cambia la dedicación y que, lo normal es que un deportista, un profesional, pase por muchos clubes. ¿Qué le une a la Selección? El doble deseo de jugar campeonatos importantes y el de representar a su país.

3. Y más importante. Los jugadores del Barça juegan en la Selección española porque juegan la Liga española. Si jugaran la Liga catalana y en la selección catalana, el  señor Laporta no podría disponer de una plantilla tan estupenda como la que tiene, porque nadie puede invertir en una plantilla de ese rango para enfrentarse al Sabadell, al Figueras, o al Lérida.

Es el problema el nacionalismo, que quiere participar en un mundo más amplio sin comprometerse con ese mundo, lo cual no deja de ser una contradicción.           

Eulogio López

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