En cualquier caso, hay que atribuir el mérito a la policía o al Gobierno. Hay que dejar claro una cosa: a pesar de todas las barbaridades del Gobierno Zapatero en materia de vida, de familia, de educación, de su capacidad para crispar a los españoles (no a la clase política, eso no es importante, sino a los españoles) el Gobierno socialitas merece un notable en dos aspectos: la lucha policial contra ETA y la política económica (que no la política industrial).
Ahora bien, el llamado problema vasco es otra cosa. El problema vasco no consiste en vencer policialmente perdón, seamos políticamente correctos: judicialmente- a ETA, sino en vencer políticamente al PNV. Al PNV le está pasando lo mismo que a ERC y, cada día más, a CiU: que ya no tienen ideología. Su única ideología es el odio a Madrid. Su programa político no es ni de izquierdas ni de derechas, consiste en llevarle la contraria a Madrid, y su único objetivo político es una autonomía creciente camino de una independencia que honesta muy claro deseen de verdad. Es más, si consiguieran la independencia, el PNV y ERC tendrían que disolverse, porque carecerían de razón de ser. No ocurre lo mismo con CiU, que ha colaborado, mejor o peor, en la gobernabilidad de todo el país. Un detalle: durante toda la etapa democrática, los representantes de CiU han participado en el Congreso de forma activa, en cuestiones de política fiscal (¡qué peligro!), laboral, territorial, etc. Sin embargo, el monotema de los diputados del PNV ha sido el autogobierno del País Vasco. El reto sólo les interesa como moneda de cambio para su cuestión.
EL biotipo nacionalista vasco y catalán es el de quien no puede dejar de reivindicar más autonomía porque su propia existencia, su propia organización y su propio sueldo no tienen otra razón de ser ni otro motivo para existir. El PNV ya no es ni de izquierda ni de derechas: es simplemente separatista. Protestó contra la Guerra de Iraq pero sólo para poner en berlina al Gobierno opresor de Madrid. Ahora, las intervenciones de los diputados vacos, al igual que los de ERC, se circunscriben a Euskadi. Se puede decir que dicen y hablan de lo mismo en el Parlamento de Vitoria que en el parlamento nacional. Desde luego, los problemas agrícolas de Andalucía les traen al pairo.
Por tanto, la lógica nacionalista vasca consiste en la reclamación continua de mayor autonomía pero sin miedo de llegar a la conclusión lógica de esa reivindicación permanente, que no es otra que la independencia. Por eso, también, para los nacionalistas es más importante su representación en el Parlamento español, en el que no creen, porque es su instrumento de presión ante Madrid. Nada satisface más a los nacionalismos vasco, catalán y gallego que un Gobierno español en minoría. Lo de menos es que ese Gobierno sea socialista o popular, con tal de que esté en minoría.
Y este es el error, y la táctica, de Zapatero. El Presidente del Gobierno quiere pasar a la historia como el pacificador del Euskadi y, al mismo tiempo, quiere -es su único objetivo político y vital-, permanecer en el cargo el mayor tiempo posible (qué curioso, el ensoberbecido Aznar se puso un límite en el cargo y lo cumplió: Zapatero no lo ha hecho). No sé si Zapatero es masón, pero desde luego es masónico. Disfruta de la ideología masónica actual, mejor representada en Naciones Unidos o en el Club Bilderberg que en las logias de la Masonería, según la cual lo importante no es la justicia o la libertad sino la estabilidad (por eso son progresistas). Y la estabilidad social es algo demasiado importante como para dejarlo en manos del pueblo. Debe ser una élite la que gobierna, a plena luz o en la sombra. Y Zapatero, aunque les resulte difícil creerlo, se siente parte de esa elite.
Ahora bien, el sistema electoral español propicia estabilidad, pero no la suficiente. Los nacionalismos se encargaron de que en la Constitución las minorías en España pero mayorías en su zona, estuvieran presentes en Congreso y Senado. Por eso, Zapatero quiere pactar con los nacionalismos vasco, catalán y gallego (en estos dos últimos ya lo ha hecho), al tiempo que ETA utiliza, y la utiliza bien, la técnica del palo y la zanahoria: policía a tope y negociaciones secretas. Pero de lo que no se da cuenta, es de que el segundo capítulo, el de pactar con el PNV es imposible: los nacionalistas saben que en su reivindicación permanente estriba su único futuro.