Cuando la crisis económica compromete el presente de miles de jóvenes a lo largo de todo el mundo, el mayor riesgo es alimentar sentimientos de desconfianza y de temor ante el futuro.
Los adultos tienen el deber de transmitir a los jóvenes la convicción de que la vida y el mundo en el que vivimos poseen un sentido bueno, y que por tanto hay fundamento para la esperanza. "Y para eso, dice el Papa, no bastan discursos, hacen falta testigos".
Por otra parte, la arbitrariedad ideológica y la falta de criterios morales han marcado el modelo educativo dominante en los últimos decenios, especialmente en los países de occidente.
Este modo de concebir la educación ha hecho que la escuela y la familia entren en crisis, como también el mundo del trabajo o el de las relaciones sociales.
Jesús Martínez Madrid