El portavoz de justicia del Partido Popular, Ignacio Astarloa, asegura que con el nombramiento del fiscal Mariano Fernández Bermejo como ministro de Justicia, que tomaba posesión del cargo en la mañana de este martes 13, Zapatero se ha cargado el pacto antiterrorista y la ley de Partidos. El anterior ministro de Justicia, José María Michavila, a quien su subordinado Bermejo llevó a los tribunales, ha hablado de que ZP ha nombrado a "un doberman". La prensa afín al Partido Popular se ha rasgado las vestiduras ante el nombramiento de uno de los más grandes sectarios de este país, incapaz de una mínima ecuanimidad, al que la justicia, es decir, dar a cada uno lo suyo, le importa bastante menos que aniquilar al enemigo, ya saben, la pérfida derecha.
Y todo ellos tiene razón. Bermejo es, sencillamente, un tipo incapaz de ni tan siquiera plantearse que el contrario, aunque sea mínimamente, de forma transitoria, por pura casualidad y sin que sirva de precedente, tenga razón. Y lo que es más grave, es incapaz de aceptar, siquiera de sospechar, que el adversario actúe con rectitud de intención. Bermejo es uno de esos tipos que predica un máximo de tolerancia porque es incapaz de ofrecer un poco de respeto. Bermejo, no lo duden, es un progresista egregio.
Pero dicho todo esto, y aunque la solución a los problemas del mundo no pase por el "Y tú más", quiero ofrecerles un contrapeso, una historia real que demuestra que en la política española no es difícil distinguir a los buenos de los malos: todos son malos, y que la solución de los males de España (¡Me duele España, rediez!) pasa por una regeneración, no del país, sino de su clase política.
El hecho ocurrió en 2002, siendo fiscal general del Estado Jesús Cardenal, nombrado por el Gobierno Aznar, y Bermejo fiscal del Tribunal Superior de Justicia de Madrid, especializado en ponerle zancadillas a su jefe de filas.
Fue entonces cuando el director de Opinión de Hispanidad, el historiador Javier Paredes, formuló una denuncia en la Fiscalía General del Estado contra la clínica Dator. Una denuncia en la que se referían las prácticas habituales en este abortódromo Madrileño, que se disputa con el grupo de clínicas Ginemedex el prestigioso galardón de ser el lugar de España donde se masacra a más inocentes. Prácticas como que los formularios estuvieran ya firmados por un médico en blanco, para rellenar los nombres de la "paciente" y el evidente certificado de que, de no abortar, podría afrontar graves, gravísimas, secuelas psíquicas, supuesto al que se debe el 95% de las ‘intervenciones'. En definitiva, el habitual fraude de ley en España, donde en la práctica existe el aborto libre y a donde vienen a abortar las desalmadas o desquiciadas de media Europa, porque las facilidades no son muchas: son todas.
Pues bien, ¿a que no saben a qué fiscal encargó don Jesús Cardenal que elaborara el correspondiente informe? Acertaron: al fiscal don Mariano Fernández Bermejo. Y no se lo van a creer, pero don Mariano, un progresista, como creo haber dicho antes, respondió con gran diligencia concluyendo –esto sí que no se lo esperaban- que no apreciaba indicio alguno de delito en la Dator. Y tenía toda la razón: eran mucho más que indicios.
¿Por qué don Jesús Cardenal le pasó el expediente a su peor adversario pero, sobre todo, a un hombre que sabía un sectario que no sólo aprueba el aborto sino que aplaude con ambas manos cada vez que se bate una nueva marca de infanticidios? ¿Qué quieren que les diga? Del PSOE sólo puedo esperar (aunque reconozco que a veces me sorprendente), pero hace tiempo que dejé de esperar nada del Partido Popular. No acepto el sectarismo socialista ni la cobardía popular, así que los "míos" deben de estar extramuros del Sistema.
Eulogio López