Ahora bien, Santorum está encontrando unos apoyos que nadie esperaría en la moralmente decrépita Europa. Es un tipo que cae simpático por coherente: no dice lo que le conviene sino aquello que considera que es justo.
Leí un artículo a un afamado articulista de Nueva York (es decir, de la ciudad) que Santorum no triunfaría porque condenaba los anticonceptivos. El sesudo analista político del New York Times -que son algo peor que los analistas financieros- aconsejaba a Santorum que abandonara una posición que le condenaba al ostracismo.
Entraba así el hombre de la ciudad en el vicio argumental más habitual del siglo XXI: haz esto, no por justo, sino por conveniente.
Claro que a Santorum eso no parece importarle demasiado. Está dispuesto a perder la carrera a la Casa Blanca pero no la carrera de la coherencia. Por eso cae tan simpático. Por eso tiene más seguidores que cómplices, lo contrario a lo que ocurre con Obama o con los políticos europeos.
Eulogio López
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