Pedro J. Ramírez, director del diario El Mundo, olfatea muy bien la noticia. Su capacidad de simplificación, bueno, digamos de síntesis, es reconocida por todos. Por ejemplo, tras la victoria del 11-M cayó en la cuenta de que los socialistas se iban a pasar 4 años negando la evidencia: que ganaron las elecciones gracias al 11-M, esto es, muy legítimamente, pero gracias a 192 asesinados. Y eso a nadie le hace gracia. Oiga. Enfrente tenían al PP convencido de que los males del universo se deben a ETA. Dos ideas, como puede verse, meridianamente claras. Y para vender periódicos, por lo menos para vender El Mundo, se necesitan ideas claras, ideas-fuerza, que dicen los norteamericanos. Lo de menos es que sean ciertas, pero no pueden ser complejas.
Así que Pedro J. ha juntado las churras con las merinas y se ha empeñado en mezclar ambos intereses, hasta rozar la caricatura. La caricatura consiste en convencernos de que fue ETA quien mató a las víctimas inocentes de Atocha.
Por ejemplo, en la edición del lunes 27, Pedro J. aporta las pruebas. Al parecer, Antonio Toro, el hombre que ofreció explosivos en la cárcel de Villabona a los diversos grupos de delincuentes, pasó a su cuñado, Súarez Trashorras, un teléfono de contacto que le facilitaron dos miembros de ETA. De ahí, El Mundo concluye lo siguiente: Este periódico vuelve a poner a ETA en el punto de mira de la investigación del 11-M.
La verdad es que un vendedor de explosivos, digo yo, intentará vender dinamita a Al Qaeda, a ETA y a Hezbolá, y a todo aquel que compre. Y la verdad es que lo lógico es que un terrorista asesino se alegre de que otros asesinos terroristas colaboren en el caos que ambos, independientemente de la disparidad de objetivos ideológicos, intentan crear.
Es igual. Las víctimas, al parecer, ya no interesan a nadie. Independientemente de si ETA colaboró o no de alguna forma en el 11-M, lo cierto es que lo más grave de aquella jornada aciaga, tras la muerte de las víctimas, es que la lógica terrorista se impus consiguió cambiar un Gobierno por otro más conveniente a sus intereses (conveniente, no connivente) y consiguió modificar la política de un país en el caso iraquí. Triunfo total.
Pero, aún más, consiguió someter a los españoles. Consiguió que una sociedad, incluidos muchos familiares de aquellas víctimas (como aquel hombre que hizo responsable a Aznar de la muerte de su hijo), sufriera y sufra Síndrome de Estocolmo.
Un Síndrome de Estocolmo que aún perdura. Por ejemplo, recientemente, en Nueva York, el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, volvía a unir terrorismo y miseria. Es decir, que Zapatero también sufre Síndrome de Estocolmo. Mire usted, señor presidente, no existe el terrorismo tanzano (el país más pobre del mundo), ni a los africanos (el continente más mísero y olvidado por Occidente) les ha dado por el terrorismo. El terrorismo ha surgido por otras cuestiones, a veces en países de estómagos ahítos y alto nivel de vida (por ejemplo, en España). Y el arquetipo de terrorista es el señor Ben Laden, procedente de unas de las familias que detentan el poder en Arabia Saudí y que representan una de las mayores fortunas del planeta.
Pero nada de eso importa. Lo que importa al PP, y a sus periodistas acólitos, es poder demostrar que ETA tuvo algo que ver, lo que sea, con el 11-M, para poder demostrar que ellos tenían razón y que el PSOE se sirvió de ello para ganar las elecciones. Y lo único que importa al PSOE es dejar claro (es decir, oscurecer la cuestión) lo suficiente para poder demostrar que Aznar es culpable de los 1.923 asesinatos por entrar en la guerra de Iraq, y que, por tanto, ETA nada tiene que ver en el asunto, ni lo más mínimo.
Y lo único que le importa a Pedro J. es tener en vilo a populares y socialistas. Todo un país pendiente de sus exclusivas. Porque, a fin de cuentas, ¿qué importa que el mismo que vendía dinamita a los fundamentalistas islámicos se la vendiera a los etarras?
Eulogio López