De inmediato, algunos clérigos, al otro lado del océano, aquí mismo, en Madrid, colaboraron con los gobiernos que querían aprovechar la peste para reducir la práctica sacramental y los sacramentales: quitaron las pilas de agua bendita (de nada huye más el demonio que del agua bendita) y, sobre todo, animaron a que se comulgara en la mano.
Pues bien, desde el origen, desde México, llega la rectificación: el obispo de León, Martín Rábago, anima a comulgar en la boca y si, alguien lo desea, en la mano.
Eulogio López
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