Gran follón en Tordesillas (Tratado de Tordesillas, donde España y Portugal se repartieron América) por la fiesta del toro de la Vega: se suelta un toro bravo y jinetes a caballo lo alancean hasta la muerte.

Los medios informativos, ideológicamente atenazados por el ecologismo más cursi, se rasgan las vestiduras, con retrasmisiones en directo de los numeritos que montan los defensores de los animales, que no defensores del hombre.

Porque lo que hacen en Tordesillas con una bestia, una vez al año, es lo que hacen los aborteros con las personas aún no nacidas… 112.000 veces al año. En efecto, uno de los métodos para matar al gestado consiste en atravesarle con una lanza que, en términos relativos, es mucho más gruesa y letal que la del toro bravo. Tras desmenuzarle con esa lanza le sacan del vientre de la madre en pedacitos. Un homicidio mucho más cruel que el no homicidio del toro de Tordesillas. Y el toro nos lo comemos.

Pero no hay protestas y, encima, Gallardón se arruga con la reformita del aborto.

Hispanidad

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