El pasado 4 de agosto se publicó en el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya la Orden GAP/325/2005 de 28 de julio por la que se aprueban las bases de concesión de las subvenciones para ONGs en materia de acción humanitaria. En el apartado 8.1 c) se establece como uno de los supuestos de exclusión de esta convocatoria "las propuestas que incluyan acciones de proselitismo religioso o político-partidista".
La fórmula coincide con la utilizada recientemente en la laicista Universidad Autónoma de Madrid para impedir el registro de asociaciones universitarias de carácter católico. Bajo el amparo de laicidad se impide el libre desarrollo de la realidad social. En la universidad española, ocurre que los únicos movimientos universitarios de cierta vida son cristianos o comunistas. La presencia de los partidos políticos -especialmente del PSOE- en la universidad es más bien marginal. No lo es en cambio la presencia cristiana ya sea a través de grupos de oración o de cristianos inquietos socialmente.
La obsesión laicista siempre se comporta negando la realidad con la intención de transformarla. La negación del carácter curricular de la asignatura de religión (elegida hoy por el 80% de los padres), pretende convertir la religión en una asignatura residual. Lo mismo ocurre con los movimientos cristianos universitarios.
Ahora el embiste lo reciben las organizaciones humanitarias nacidas del seno de la Iglesia. Ocurre que estas organizaciones siguen asumiendo gran parte de la labor humanitaria realizada por el denominado tercer sector. Pero como al laicismo militante le molesta, hace como con la escuela. El borrador de nuevo Estatuto contempla una escuela única, laica y gratuita. Es decir, no existen conciertos, a pesar de que sean más baratos y obtengan mejores resultados académicos. A los curas, ni agua.
Y ahora les toca el turno a las organizaciones humanitarias de carácter religioso, que por el simple hecho de estar ligadas orgánicamente a la Iglesia, podrían quedar fuera del concurso de subvenciones de un tripartito ideologizado y ausente de respeto de la realidad social catalana.
Curiosamente, en el capítulo de exclusiones quedarían fuera las organizaciones que realicen proselitismo religioso o "político-partidista". O sea, no se puede subvencionar a una ONG ligada a un partido político, pero sí a una que tenga ideas políticas, por ejemplo, la autodeterminación de Cataluña. O sea, no se puede ayudar a un moribundo a prepararse espiritualmente para una buena muerte, pero sí se puede airear el cacareado "déficit fiscal" con cargo al erario público.
El Papa Benedicto XVI decía estos días en Colonia que el totalitarismo consiste en absolutizar lo relativo. Y el nacionalismo totalitario -añadimos nosotros- consiste en deificar la "nación". En el fondo, el totalitarismo nacionalista no puede aceptar que existan otros absolutos en competencia. Esta es una de las razones de la cristofobia. Pero también del ataque en general al culto religioso, que forma parte de la vida ordinaria como cualquier otra realidad.
Por eso la Fundación Pluralismo y Tolerancia -fundada por el gobierno para asistir financieramente a las confesiones "alternativas" reconocidas por el Estado- financia actividades culturales, pero no construcción de templos o apoyo al culto. Eso no es "colaborar" con las confesiones, sino con los proyectos sociales o culturales de las confesiones. El paso siguiente es el dado por la Generalitat catalana: No colaborar siquiera con los proyectos sociales de las confesiones. Sobre todo si esa confesión es la mayoritaria: la católica.
De esta forma, pasamos de un estado aconfesional a un estado laico; militantemente laico; cristofóbico incluso. Un totalitarismo irrespirable para una mayoría social que se confiesa católica y que vive su fe con naturalidad.