De manera más o menos consciente estamos expuestos a un sistemático bombardeo de la publicidad. Para dar idea del volumen de mensajes publicitarios baste recordar que una sola cadena norteamericana -la NBC- transmite anualmente unos 50.000 spots distintos.

De acuerdo con el profesor Hakawa, el norteamericano medio habrá visto por televisión alrededor de 450.000 mensajes publicitarios.

El telespectador sufre un impacto notable por los modos en que está realizada esa publicidad. Un caso muy concreto es el del lenguaje. Los creativos publicitarios buscan una llamada de atención, y no reparan en medios para conseguirla.

Las palabras utilizadas se no se corresponde con el lenguaje correcto. El solecismo -la agresión a la sintaxis o a la pureza del idioma- se repite causando una lenta degradación.

Por otra parte, el influjo televisivo es mayor en los niños. De modo que los profesores se ven impotentes para corregir las deformaciones idiomáticas que ha ido sembrando el lenguaje inadecuado de los "spots".

Urge una defensa del lenguaje y la creación de una normativa para que los anuncios se ajusten a una corrección idiomática para quienes reciban el mensaje publicitario. De lo contrario, la riquísima lengua castellana habrá quedado herida de muerte en una generación.

Clemente Ferrer Roselló

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