Sr. Director:
El domingo 9 de marzo 2008 se celebraron las elecciones generales en España. Ese mismo día, como todos los domingos, se estima que acudieron a misa unos 11 millones de españoles. Se supone que todos ellos buenos cristianos coherentes con sus principios y fieles seguidores de las enseñanzas de sus pastores, los sacerdotes y los obispos.¿Se leyeron esos asiduos a la misa dominical la nota que emitieron los obispos unas semanas antes? ¿Fueron los obispos lo suficientemente claros como para ser entendidos por sus fieles? Los católicos españoles, una vez más, dicen una cosa y luego hacen justo la contraria. ¿En qué estaban pensando cuando decidieron su voto?
Resulta que precisamente en el mismo domingo de las elecciones se leyó en la misa el fragmento del evangelio de Juan, capítulo 11, sobre la resurrección de Lázaro. Es este pasaje Jesús escandalizó a todos con su verdad y su ejemplo. Después de obrar el milagro, los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron consejo y decían: "Si le dejamos que siga así, todos creerán en él y vendrán los romanos y destruirán nuestro Lugar Santo y nuestra Nación" (Jn. 11, 48).
Los judíos deciden detener a Jesús y entregarlo a la muerte para defender su templo de los romanos. Deciden que esa es la solución útil para que los romanos, que representan el error pagano, no puedan hacer daño ni a sus creencias ni a su patria. Pero se equivocan al tomar esa decisión puesto que en lugar de sumarse a la defensa de las verdades que enseña Jesús optan por lo que ellos entienden que es el mal menor: eliminar al Justo para que los romanos no se vuelvan contra su vida placentera. Es el grito de "Quita ése y suéltanos a Barrabás" (Lc. 23, 18).
Los sacerdotes y fariseos no ven más allá de sus narices y optan por una solución asesina. Consiguen a corto plazo evitar que los romanos profanen su templo y sus creencias, pero eliminan a Jesús menospreciando toda su verdad y su ejemplo.
La nota de los obispos españoles decía bien claro que no se debe apoyar a formaciones políticas que permitan el aborto y los ataques a la familia, es decir, todas las que están ahora sentadas en sus respectivos escaños. Todas y cada una de ellas apoyan el aborto y legislan contra la familia.
El obispo de Roma tampoco dejó ninguna duda al respecto cuando enumeró los principios que deben ser "no negociables" para ningún cristiano: "el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana" (Sacramentum Caritatis).
¿Acaso son los católicos actuales como los sepulcros blanqueados del evangelio, que asisten a misa dominical o diaria y luego piden que se sacrifique al inocente? Eliminar la verdad de Jesús y apoyar con el mal llamado voto útil políticas antivida y antifamilia, como las que promueven la mayoría de los partidos españoles, nos da igual las siglas, es exactamente idéntico a aquello que hicieron los judíos hace unos dos mil años: matar a Jesús. Al final los romanos, con las legiones de Tito, destruyeron el Templo y Jerusalén, lo que tanto temían los judíos cuando votaban contra Jesús. ¿Existirá España dentro de algunos años?
Raúl Sempere Durá
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