Si hay algo que un presidente del Gobierno odia es hacer una remodelación del Gobierno. Zapatero lo sabe muy bien porque por cada nombramiento deja en el aire una veintena de descontentos por no haber sido nombrados. Por esa razón cuando dimitió a José Bono sólo se atrevió con una mini-renovación, ahora la marcha de José Montilla le obliga a otra remodelación, y las ambiciones de los suyos se lo están poniendo difícil. Por ejemplo, la titular de Sanidad, Elena Salgado quiere abandonar el Ministerio, más que nada porque la sanidad siempre le ha traído al pairo. Salgado pasará a la historia por la ley antitabaco y la ley antiembriones humanos. No le queda mucho más recorrido, salvo, como buena puritana-vegetariana perseguir a los bebedores y a los niños gordos. Vamos, que es una campeona de las libertades.
Por eso mismo, Doña Elena se ha empeñado en ser la Directora General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), una vacante que le hace mucha ilusión. La OMS se ha convertido en una de las puntas de lanza del nuevo orden mundial con sus políticas antinatalistas y prohomosexuales. Fue en la OMS donde su antecesora la noruega Gro Harlem Brutland se inventó lo de los derechos reproductivos como nuevo derecho humano a introducir en la Carta Fundacional de Naciones Unidas.
En definitiva que Doña Elena quiere ser otra chica Annan, como se conoce al puñado de feministas radicales que el actual secretario de la ONU Kofi Annan ha elevado a la cumbre de los nuevos paradigmas éticos. Entre ellas, además de la precitada Brutland, destacan la irlandesa Mary Robinson, ahora en la reserva, y la paquistaní Nafis Sadik. ¿Por qué no puede ser la próxima Doña Elena? Seguro que a Zapatero le entusiasmaría exportar cantera al Nuevo Orden Mundial donde quiere hacerse un hueco.