La separación y división de poderes persigue un bien: la defensa de la libertad individual. Sin mecanismos de contención del poder político, la democracia deriva en instrumento de opresión.

Desde hace un siglo, las democracias modernas se han ido alejando poco a poco de la doctrina de Montesquieu, recuerda Pedro Schwartz, doctor en Derecho y en Pensamiento político y Master en Economía.

En su libro "En busca de Montesquieu", indica cuál es la consecuencia: el Estado ha ido creciendo y engordando hasta convertirse en Estado providencia que oprime la libertad de los individuos con las mejores intenciones y cree que la regla de la mayoría es la esencia de la democracia.

No es así. Cuando se reduce la democracia a un mero cómputo de voluntades, la libertad individual puede morir sepultada bajo la dictadura de la mayoría. Si bien, tampoco el fin último del Estado es preservar la libertad del individuo que, por muy autónomo que sea, necesita de la familia, las asociaciones y los lugares de culto.

Clemente Ferrer Roselló

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