Las palabras de Joseba Egibar, portavoz del Partido Nacionalista Vasco (PNV), han escandalizado a la población española. Joseba ha dicho que el terrorismo es el arma de una minoría para defenderse de la mayoría que le oprime (lo de la opresión estaba sobreentendido), por lo que ETA es, a todas luces, una organización política, pobriña, que lucha contra una mayoría. Hasta hoy lunes, el PNV no había rectificado.
Así es: sus palabras han causado escándalo porque el escándalo no consiste en mohines y suspiros, sino en incitar a otros a pecar. Y así, unos cuantos millones de españoles han pecado contra la caridad trayendo a sus meninges a la señora madre del señor Egibar, que, estoy seguro, será una señora de lo más respetable, que no tiene culpa alguna de las chorradas que eructa su retoño cuando sufre acidez de estómago. No conozco a la señora, pero estoy dispuesto, aquí y ahora, a defender su honor. Una santa, seguro, que no se merece este tratamiento ni, lo que es mucho peor, estos pensamientos.
Supongo que esto es a lo que se refería Ortega y Gasset, don José, cuando hablaba de la soberbia vasca, que según él superaba todas las marcas de la soberbia española, ya de por sí muy elevada. La prueba más redomada de orgullo no es la del verdugo eso es crueldad- sino en la alabanza del verdugo y en la mofa de la víctima. Eso es lo que ha hecho Egibar, más que nada porque Joseba nos un señor que se caracterice por su coraje, y sufre el mismo síndrome de Estocolmo que atenaza a tanto nacionalistas vacos, deseosos de ver algo bueno en los terroristas que pueden matarle y algo malísimo en los españoles, entre ellos muchos vascos, que les combaten. Ya saben, si apoyo a la policía que viene a liberarme de mi secuestrador, podría matarme. Es mejor apoyar al secuestrador. Sí, estoy diciendo que el señor Egibar, como la inmensa mayoría de los miembros del PNV y de EA, son tan soberbios como cobardes.
En paralelo, su partido ha tenido la delicadeza de hablar del fin de ETA sin vencedores ni vencidos. Esto es muy bueno, y la verdad es que suena progresista, Es como si un violador se plantara ante el juez y advirtiera: Señoría, tenga cuidado con su sentencia, porque en este proceso, ni la violada pude resultar vencedora ni yo vencido. Es más, hemos de ganar los dos. A mi me priva usted de la cárcel y a ella no le priva de su dolor y su frustración.
Pero me interesa más lo de las minorías y las mayorías. Esa es buenísima. Porque ahí Egibar ha dado en el clavo. Sin saberlo, claro está, pero lo ha hecho. Siempre habíamos creído que en las tiranías mandaba la minoría, muy cierto, y en las democracias la mayoría. Y esto ha sido vedad por eso soy demócrata- hasta final del siglo XX. En la vigésimo primera centuria, son las minorías las que mandan y gobiernan los países democráticos.
En una sociedad progresista, en las nueva democracias, en el nuevo orden mundial que se nos impone, la minoría gay (ni eso, la inframinoría, el minúsculo ejército de los líderes del orgullo gay) impone su ley a la mayoría heterosexual, hasta el punto de que cualquier crítica a la homosexualidad es penada ante los tribunales, reprimida por la policía y resuelta con penas de cárcel. Los divorciados, es decir, esos que no se comprometen, imponen su ley a la familia natural, los nacionalistas a los nacionales, los terroristas a los pacíficos, los necios (no, no son tantos) a la personas con sentido común, los que abortan a los que tienen hijos, los inmigrantes a los naturales, la minoría islámica a la mayoría católica, los reclusos a los que cumplen la ley, los malos estudiantes a los buenos, los que no trabajan, o trabajan lo justito para acogerse a una subvención pública, a los autónomos trabajadores que se dejan la piel cada día, los violentos a los pacíficos, las feministas al resto de las mujeres, los oligopolios al conjunto de los consumidores, los herejes a los ortodoxos,
El juego de la mayoría y las minoráis es muy divertido, porque un colectivo es minoría o mayoría según se vea, por ejemplo, el señor Botín se considera parte de la élite, pero no de una minoría porque sospecha, nunca he logrado saber por qué, que su 130.000 trabajadores, sus 2 millones de accionistas y sus 7 millones de clientes, piensan con una sola mente y sienten con un solo corazón: el de don Emilio.
Y todo esto ocurre por el sistema electoral de las democracias. Reducidos a dos grandes partidos, más una serie de formaciones satélites (esto ocurre en Alemania, Francia, Italia, Estados Unidos, España, Reino Unido, etc.) resulta que el electorado tiende a escoger entre aquello que le dejan escoger, salvo excepciones, el electorado se divide entre el Real Madrid y el Barça, entre otras cosas porque es la manera de sentirse algo y de sentirse contra algo, contra el otro, lo cual siempre resulta muy regocijante para el espíritu humano. Así, o eres de izquierda o eres de derechas. Nadie sabe qué significa eso en el siglo XXI, o al menos qué significa exactamente, pero sirve para alinearse e identificarse, una de las principales necesidades psicológicas del ser aproximadamente racional.
Por ejemplo, en España, el Partido Socialista tiene asegurado el voto de entre 9 y 9,5 millos de personas. Lo mismo le ocurre al Partido Popular. Al final, las elecciones acaban decidiéndose en un terreno pequeñísimo de voluntades, pongamos unos 500.000 votos, y creo que exagero. A eso hay que añadir esa nebulosa de partidos satélites que se aprovechan de la ley DHondt para poseer una representatividad que las urnas no les han otorgado. En cualquier caso, una minoría de voto variable decide en las urnas y una minoría de partidos satélites, minoritarios, decide quien gobierna tras haber pasado por las urnas.
Ejemplo, el balance político no así el económico, que es bueno- del Gobierno Zapatero es un desastre, que pasará a la historia justo al lado del de la armada invencible. Sin embargo, las encuestas hablan de empate técnico entre el PSOE y el PP. ¿Por qué? Porque la minoría de inmigrantes está agradecida al PSOE por aumentar el número de con papeles aceptado en España. Ellos son los que deciden en ese palmo de terreno del medio millón de votos (insisto, hablar de 300.000 estaría más acertado).Y además, la hora de formar
Es decir, en la democracia, o gobierno de las mayorías, gobiernan las minorías. Y átame esa mosca por el rabo. Y las minorías, claro, tienen todo el derecho, pobrecitos, a coger las armas, y cargarse un guardia civil o un niño que pasa por allí, como representantes del maléfico poder de la mayoría que tanto ha lastimado y humillado al noble pueblo vasco. O a cualquier otra minoría, qué más da. El caso es que Egibar dixit- la minoría tiene derecho a matar, la mayoría, sólo a morir.
Yo lo veo clarísimo. Una mente poderosa, como la de Joseba Egibar, da para eso y para mucho más.
Y una mente asimismo preclara, como la de Rodríguez Zapatero, también da para eso y para mucho más. Sin ir más lejos, reparen ustedes en nuestra información sobre los etarras encarcelados hasta 2004. Pero eso no es lo peor. Lo peor es que Zapatero no lee mucho a Juan Pablo II, quien recordaba siempre que no hay paz sin justicia. Una paz con ETA, sin vencedores ni vencidos, supone, igualar a verdugos y víctimas, ergo es una gran injusticia. Y sí, la justicia exige perdón, perdón que se solicita y perdón que se concede. Sólo que aquí el verdugo no ha pedido perdón alguno, sino que pretende pasar por víctimas. Además, el perdón supone dolor de los pecados y propósito de la enmienda si ustedes me entienden.
Por lo demás, no convine que en las democracias actuales manden las minorías. Más que nada, por entonces dejan de ser democracias.
Eulogio López