Hace unos días ha nacido en el Hospital "Virgen del Rocío" de Sevilla el primer bebé que evita una enfermedad genética hereditaria en la sanidad pública española, gracias al diagnóstico genético preimplantatorio.
Esa noticia, así presentada, parece un gran logro para la sociedad. Pero, ¿qué sucedería si la contásemos de la siguiente forma?:
En la ciudad de Sevilla, tras manipular y asesinar un número indeterminado de seres humanos, se ha logrado crear, en laboratorio y con dinero público, una única persona sin una determinada enfermedad genética.
¡Cómo cambia la cosa!, ¿verdad?
Es escandaloso cómo se va instaurando un lenguaje que maquilla la realidad. Idioma que evita que nos demos cuenta de las barbaridades que, en nombre de la ciencia, se están realizando y que nos presentan, tocándonos la fibra sensible desde la curación de enfermedades apocalípticas, avances reprobables.
El diagnóstico genético preimplantatorio consiste en la creación de varios embriones, por tanto, de seres humanos, en el laboratorio. Tras analizarlos y ver ciertos parámetros, se seleccionan los "mejores dotados" y esos se implantan a la futura madre. Los sobrantes, según la reciente Ley de Reproducción Asistida, pueden ser eliminados vendiéndolos por partes o congelarlos.
¿Esto no huele a eugenesia?, ¿esto no es lo que hacían los alemanes para seleccionar un tipo de raza? Hablemos claro. El fin nunca justifica los medios.
De momento, sólo Andalucía destina fondos públicos para la realización de esta "técnica", aunque ya se están proliferando las voces que reclaman que este "ejemplo" se extienda al resto de las comunidades autónomas.
El apoyo mediático a este tipo de iniciativas está siendo patrocinado por clínicas que ven un negocio redondo en la creación de seres humanos a la carta, satisfaciendo los gustos de los padres, pero sin tener en cuenta que la manipulación del hombre puede originar engendros de los que luego ¿quién se hará responsable? No juguemos a ser dioses.
Juan Antonio Callejas Cano
jaccre@yahoo.es