Zapatero, ese personaje siniestro que nos ha tocado sufrir, ha inventado el hombre-cosa. A partir de ahora, se podrá hacer lo que se quiera con todo bebé no nacido, es decir, podremos ensañarnos con el más débil. En esta sociedad, si logras nacer ya tienes defensa, pero hasta entonces te puede suceder cualquier cosa.
Zapatero ha llegado más allá de lo que llegaron los médicos de Adolf Hitler, que no poseían los conocimientos de biología genética de los que disponemos ahora. La defensa que ayer realizó la ministra Salgado, y de la que informamos en portada ha sido lo más vomitivo que se ha oído en el Congreso de los Diputados en mucho tiempo.
Zapatero, así como los diputados socialistas, son unos miserables homicidas, unos auténticos canallas enloquecidos que recuerdan la violencia gratuita, sin sentido, de La naranja mecánica. Ningún país del mundo se ha permitido lo que este miserable ha aprobado el jueves 16 bajo el título de proyecto de Ley de Reproducción Asistida. El parangón con el nazismo no es casual. Por el propio contenido de la ley, con su creación de mataderos humanos, de hombres-cosa, nacidos para morir, es propio de los experimentos que aconsejaba Himmler a sus más cualificados colaboradores científicos. Pero también guarda un cierto parecido con el responsable de propaganda, Goebbles. En efecto, tras el Jueves Negro, el espíritu maléfico del 16 de febrero, si uno contempla las portadas de los periódicos se dará cuenta de que el santo y la limosna, la cover, se la lleva el separatismo vasco, que, con todo respeto, comparado con las barbaridades que se derivan de la fecundación asistida no deja de ser un pequeño conflicto que sólo un tonto del higo como Arnaldo Otegi puede pretender convertir, y lo consigue, en el epicentro de la vida española. Todo porque Zapatero quiere pasar por el pacificador de Euskadi y está dispuesto a ceder en ello hasta la vida y la dignidad de los demás.
Y ahora vamos con el Partido Popular. Agarrándose a la hipócrita argucia de que no se trataba de una ley orgánica y que por tanto, podían ceñirse a votar sus enmiendas y no el texto completo, los chicos de Mariano Rajoy han otorgado carta de naturaleza al monstruo que ellos mismos crearon en noviembre de 2003, con el permiso para la utilización de embriones abierto por la ministra de Aznar, y persona de confianza de Rajoy, Ana Pastor, que en lugar de dedicarse a la medicina, lástima, se dedicó a la política. Así, con esas argucias de leguleyo, el PP ha dado otra muestra de su inagotable cobardía. Sólo Eugenio Nasarre rompió la disciplina de vot aplaudámosle.
Un diputado del PP me comenta que si todos hubiéramos hecho lo mismo que Eugenio se habría roto el grupo parlamentario. Pues que se rompa. Si por una ley merecía la pena romper el PP es por esta. Con los principios no se juega a la política. El caso de los diputados católicos es especialmente sangrante. Sorprende que hasta aquellos diputados que se opusieron a la ley de 2003 igualmente homicida pero menos salvaje que la del PSOE- Manuel Pintado o José Eugenio Azpiroz- hayan hecho mutis por el foro, algunos con la genial ocurrencia de ausentarse del hemiciclo y buscarse quehaceres fuera de Madrid, la misma táctica utilizada por el eurodiputado y anterior estrella de radio, Luis Herrero, para no tener que votar en Estrasburgo contra una declaración pro-gay: si me ausento no me comprometo. La cobardía, los complejos, el carácter acuoso y bobalicón de los Rajoy, Acebes, Zaplana, verdaderos mariposones ideológicos, que sólo levantan la voz para insultar al Gobierno, que no para argumentarle, resulta insultante. Por lo demás, Juan Pablo II decía que el martirio del siglo XX es la coherencia, mientras Benedicto XVI ha repetido una y otra vez que un político católico, sin excusa, no puede aprobar leyes que vayan contra la vida. Respuesta del PP: no hemos aprobado la ley, sólo nuestras propuestas... reductoras. Esto es la canela fina de la hipocresía más amilanada.
Ya es hora de que alguien se ponga las pilas respecto a la coherencia: si el arzobispo de Boston le niega la comunión al candidato demócrata Kerry por defender el aborto, no sé por qué el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, ofrece el cuerpo de Cristo a un alcalde capitalino como Alberto Ruiz-Gallardón (festividad de la Almudena, delante de las cámaras de TV, para que todos vean lo pío que es), que se dedica a destrozar vidas repartiendo píldoras abortivas postcoitales a adolescentes a partir de los 14 años.
Pero volvamos a la reproducción asistida. Este es un país de borregos, donde nunca pasa nada. Los empresarios callan, los financieros callan, los periodistas callan, los abogados callan, los políticos callan, los diplomáticos callan, los editores callan, los escritores callan, los famosos callan, los académicos callan, los jueces callan, los profesores callan, los investigadores callan... pues cosecharéis lo que sembráis.
Contemplar al busto parlante llamado Matías Prats, el mejor locutor de España, el hombre que en su día se negó a dar una noticia proabortista porque atentaba contra su conciencia, resumir una ley asesina y nazi, como una norma que permitirá criar niños para curar enfermedades, puede producir arcadas a la gente sensible. Ver a la prensa filosocialista, El País de Polanco, El Periódico, La Vanguardia -cada día más progre y más idiotizada-, así como al progresismo pepero (El Mundo, ABC, La Razón) exhibiendo titulares medrosos para que la ministra de Sanidad, una víbora para España, no les califique de retrógrados, resulta patético.
Callamos todos, como callaron los alemanes cuando Hitler conducía a la nación hacia el infierno de Auschwitz. No callaron porque no supieran, sabían pero callaban, y muchos de ellos encontraron disculpas tan sofistas como las de los diputados del PP frente a la canallada de ese miserable llamado José Luis Rodríguez Zapatero.
Si tragamos con esta aberración, ya no nos quedará nada por tragar. Nuestras tragaderas son inconmensurables. ¿Esta es la España que defiende el Partido Popular, la España-matadero? Si es esto, que viva el separatismo. Yo voy a ver si me nacionalizo jamaicano.
Eulogio López