Educación para la Ciudadanía vale lo mismo para un roto que para un descosido. La prueba está en el bazar de los libros de texto que la ofrecen

El Ministerio de Educación asegura que la asignatura no es el catecismo socialista, sino que se acomoda a todas las ideologías: para los defensores del aborto y para los incondicionales del derecho a la vida; para los entusiasta del matrimonio homosexual y para los que sólo reconocen el matrimonio entre un hombre y una mujer; para los que están por los modelos alternativos de familia y para los que proclaman que la familia está basada en el matrimonio; para los que separan el amor del sexo y para los que los unen indisolublemente; para los que creen que la religión pertenece a la esfera privada y para los que defienden el derecho de los creyentes a expresar sus posturas en la esfera pública.

Cómo es posible tal disparidad en una materia obligatoria. Algo falla cuando en su programa permite defender posturas tan contradictorias sobre la afectividad, la sexualidad y las creencias.

Los estudiantes ya tienen libros que enseñan lo que son las instituciones democráticas, el respeto de los derechos humanos, la necesidad de preservar el medio ambiente, la igual dignidad de hombre y mujer, la obligatoriedad de pagar impuestos o ser un buen ciudadano. ¿Para qué quiere entonces el Gobierno una EpC que sólo ha crea problemas y genera polémica? Para crear un pensamiento único y ciudadanos homogeneizados. El Gran Hermano redivivo.

Clemente Ferrer Roselló

clementeferrer@yahoo.es