Hace unos años, un alumno musulmán de segundo de la ESO con el que había trabado cierta amistad, al acabar el curso vino a despedirse, no continuaría en el colegio, cumplía 16 años y se iba a trabajar a la construcción a la empresa donde trabajaba su padre.
Al despedirse le aseguré que seguiríamos siendo amigos, él dijo que sí, "a no ser que me pidan reconquistar 'El Ándalus', en este caso seguro que estaremos en bandos contrarios". Me quede de piedra y con la sensación de, como profesor, haber perdido el tiempo.
Estos días he leído que según datos del último estudio del Centro de Investigaciones Pew, tres de cada cuatro musulmanes egipcios son partidarios de imponer la "sharía" a toda la población. Una mayoría defiende la pena de muerte para el apóstata y es favorable a la lapidación de las adúlteras.
Algunos países de los 39 analizados son de mayoría cristiana, pero las minorías islámicas a menudo muestran la misma voluntad de imponer sus códigos morales y políticos a toda la población.
El estudio se ha hecho público en vísperas del encuentro de obispos europeos en Londres, para promover un diálogo más fructífero con las comunidades islámicas que viven en Europa, especialmente con los jóvenes.
Y es que el islamismo radical es más un problema identitario que religioso, lo que explica su predominio en los ámbitos más secularizados de las sociedades musulmanas.
Jesús Martínez Madrid