Sr. Director:
Ni en el plano de la deontología profesional ni desde la consideración superior de la ética publicitaria, la presencia de cualquier forma erotismo de en el mundo de la publicidad y del patrocinio resulta sencillamente inadmisible.
Pensamos que la intimidad del ser humano, para que no se diga que siempre que se habla en contra del erotismo se saca a relucir la dignidad de la persona, sea hombre o mujer, siempre ha de estar a salvo en cualquier proceso de relación y de comunicación, pero muchísima más razón esa intimidad no puede ser "utilizada" ni "invadida" con el fácil pretexto de que así se anuncia mejor, de que así se persuade de una manera más convincente, de que así –con un "toque" erótico- tal o cual producto, idea o marca se venden más rápidamente.
Ha llegado la hora de limpiar la Publicidad con una serie de recursos facilones que le están haciendo un flaco servicio y que en nada y para nada contribuyen a su calidad. El erotismo es uno de esos recursos.
Un buen anuncio, una acertada publicidad, un mensaje publicitario no equívoco será aquel que presente al ser humano con toda su significación y con toda su trascendencia. La gran equivocación de un mal hacer publicidad es considerar al hombre o a la mujer en función de su sexo y no en función de que es una persona.
El anunciante ha de procurar saber poner en circulación su mensaje publicitario para atraer la atención de un público determinado, pero sin que la persona se sienta engañada, insultada o, más claramente aún, como si la persona se viese desnuda ella misma, sin pudor de ninguna clase, como un animal.
La publicidad es un quehacer maravilloso y digno, un servicio que no tenemos derecho a ensuciar introduciendo componentes eróticos en los mensajes que transmite a públicos mayoritarios
Clemente Ferrer Roselló
clementeferrer@yahoo.es