Las armas blancas exigen más coraje físico y quien las utiliza es más consciente de lo que ha hecho que con armas que se disparan a distancia. Pero las armas de fuego igualan al débil con el fuerte. Vamos, que no tengo respuesta al más o menos libre mercado de armas de fuego en Estados Unidos.
Polémica abierta nuevamente con el asesino de 6 personas en Tucson (Arizona) a manos de un desalmado, que ha dejado en estado crítico a la congresista demócrata norteamericana Gabrielle Giffords.
Echarle la culpa al Tea Party de Sarah Palin parece una postura arriesgada. De hecho, el periódico progre-capitalista español El Mundo publica un editorial en el que alude a la injusticia de la acusación. Asegura el diario de Pedro José Ramírez que determinados planteamientos políticos radicales pueden incitar al odio pero lo cierto es que el Tea Party nada tiene de radical. Defiende la vida humana, cuando lo radical es el aborto, que termina con el derecho a la vida, y determinadas posturas neoconservadoras son aplaudidas en aquel país tanto por republicanos como por demócratas. Por demás, el Tea Party ha supuesto una regeneración de la democracia americana -más democrática que la española- que ha abierto al pueblo (¿se acuerdan de ese concepto?) el cerrado universo de la casta política, siempre tendente al oligopolio y a hacerlo todo para el pueblo pero sin el pueblo.
El Mundo concluye que sería más efectiva la necesidad de aplicar una política más restrictiva sobre la venta y posesión de armas de fuego por particulares. Pero tampoco: no es el arma quien asesina, es la mano que la empuña. Y las ideas son mucho más peligrosas que las pistolas. De hecho, me parece mucho más hipócrita la postura del Gobierno español que vende armas a países del Tercer Mundo o a países en guerra, que las de los norteamericanos vendiendo armas en los bazares de Arizona... aunque este segundo espectáculo tampoco sea de mi agrado. El hombre sólo debe utilizar armas como legítima defensa ante el ataque previo de un enemigo.
Eulogio López
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