Dios asignó a María, en sus designios eternos de salvación de la humanidad extraviada, un puesto relevante y primordial, al elegirla entre todas las mujeres, como Madre suya (Anunciación) y Madre de todos los hombres (Calvario).
Desde el inicio de la primitiva Iglesia en Jerusalén, María aparece como impulsora y animadora de la misión de los apóstoles en Judea y luego en todo el mundo conocido. A lo largo de los siglos, María, desde el cielo, junto con su Hijo Jesús, ha estado presente en la marcha de la Iglesia y de la Humanidad hacia el más allá. Ella con toda razón ha sido invocada con el significativo título de Auxiliadora de los cristianos, Perpetuo socorro, Madre de la Iglesia, Madre de todos los hombres, etcétera.
En esta hora de apostasías, materialismo, ateísmo, laicismo, confusionismo y de relativismo generalizados en España, y en el mundo, la imagen y figura de María sigue ejerciendo su misión providencial de acercar a todos a Cristo, único Salvador de esta pobre y maltrecha Humanidad.
Hoy en miles de santuarios, ermitas, iglesias o capillas de todo el mundo, se sigue obrando la salvación de Cristo al reclamo de su madre la Santísima. Hoy con toda razón podemos decir en el aspecto de la fe que es la hora de la Virgen María.
Miguel Rivilla San Martín