Esa era la pregunta que hacía el otro día el insigne director de este periódico y lo decía con pena él, que se lo juro, es un auténtico azote de liberales (no les enseño mi espalda).

Lo decía don Eulogio afirmando que no se sentía especialmente liberal. Lo decía casi, casi, como queriendo ser liberal. Algo a lo que yo le he animado muchas veces sin éxito, por lo que me llegó a producir incluso conmiseración (que también les juro, no es algo que don Eulogio pueda producir con facilidad). Pero en esto llego yo y le digo a mi admirado director: don Eulogio queda un liberal aún en el mundo y soy yo, a pesar de la incomprensión con la que usted me ha castigado tantas veces. Yo, al que usted ha oído decir muchas veces que lo mejor que se puede hacer con las entidades bancarias, bancos o cajas, quebradas es dejarlas caer. Y ello por muchos motivos.

El primero porque el seguro de depósitos, el Fondo de Garantía de Depósitos, ya cubre a los depositantes y les cubre, no por la gracia del Estado, sino porque las entidades pagan la correspondiente prima que se imputa a los costes de las mismas. Otra discusión es si la Administración de ese seguro debe ser pública.

El segundo motivo es que la excusa de que el mercado no ha funcionado y, por tanto, el Estado debe intervenir, es mentira. El mercado no ha fallado. Lo que ha ocurrido es que no se ha dejado funcionar al mercado. El mercado es un mecanismo de asignación de recursos que exige responsabilidades y las exige de un modo muy duro: expulsa al que se equivoca o falta a la confianza. El Estado interviene y evita que el mercado exija responsabilidades a aquéllos que han errado. El Estado moderno, el Estado del Bienestar, es el Estado de la irresponsabilidad o el de la confabulación entre poder económico y el poder político. No es un Estado que ayude al que tiene necesidad, lo que no es por otro lado una función del Estado (en todo caso será una función de la Iglesia, pero como el Estado moderno no acepta la separación). Es un Estado que ayuda al que tiene la interlocución con él y eso le es más fácil siempre al poderoso que al débil.

El tercero es que se acusa al mercado cuando nunca antes el Estado ha tenido tanto poder. ¿No habrá fallado el Estado? Pero, claro, la discusión es Estado o mercado, seguridad o libertad, irresponsabilidad o responsabilidad y la opción por la que está el poder ya sabemos cuál es y ninguna defensa es mejor que un buen ataque.

El cuarto es porque con tanta ayuda pública, en la forma que ustedes quieran, el Estado terminará controlando la banca y siendo el financiador único de los agentes económicos y no me gustaría vivir en un país con un solo banco. A los débiles nos salva la competencia entre los poderosos. A los débiles no nos ayuda el consenso de los poderosos. Pero ellos han decidido no competir y quieren terminar con el mercado al que no dejan actuar y le acusan de los perjuicios que se derivan de su no actuación.

Tengo más motivos aún, don Eulogio, porque como soy liberal no soy tan proclive a la unicidad como los amigos del partido único. Y es que no lo dude, con tanto intervencionismo, la socialdemocracia es otro camino para despertar a ese comunismo que lleva veinte años durmiendo.

Don Eulogio, hágase liberal y seremos dos.

Rubén Manso Olivar

ruben@mansolivar.com