Y no olvidemos que su única obsesión es mantenerse en el poder. A éste habrá que sacarle de la Moncloa con lija, porque cierta parte de su nobilísima anatomía -justo aquélla en la que el fallecido Jaime Campmany aseguraba le había crecido una flor- se habrá adherido al sillón, allá en Moncloa.
Con Lukoil le ha ocurrido lo mismo que con EDF e Iberdrola. El buen hombre no es muy consciente de que no se juega con las cosas de comer -ahí su ignorancia- y permitió a los franceses que la estatal EDF entrara en Iberdrola. Ahora tampoco ha caído en la cuenta -ahí su insensatez- de que la mafia del Kremlin no debe entrar en empresas estratégicas españolas. Pero -de ahí su astucia- en ambos casos sí se dio cuenta de una cosa: le restaba popularidad. Y eso sí que no. Ni el salvamento de Sacyr, propiciado por Miguel Sebastián, ni perrito que nos ladre: se deshace la operación a la contra, es decir, con ambas manos: la derecha para exigir a Repsol Caixa y Sacyr que lo paren, la derecha para advertirnos, neoliberal que se nos ha vuelto, que él descree del proteccionismo.
Así que ni Sacyr, ni Repsol, ni Caixa, ni Santander: todo ellos tienen sus muchos pecados, pero lo cierto es que ha sido ZP quien dio el visto bueno a la operación Lukoil y ha sido ZP quien la ha vetado, y todo ello en cinco días (lapso de temporal, no el periódico de PRISA). Sencillamente, el tema Lukoil le estaba haciendo perder votos y ZP lo olió enseguida. La razón de su cambio de actitud es tan simple como eso: se ha dado cuenta de que ha metido la pata, y de que las fotos del mafioso accionista de Lukoil esposado no ofrece mucha credibilidad a la opinión pública. Y decidió paralizarlo.
Su popularidad, eso es lo que importa, y al bien común que le den morcilla. A veces ambas cuestiones confluyen, como en el caso Repsol, y entonces es cuando RTVE advierte que nos encontramos ante un estadista de talla mundial. Del mundo mundial.
Eulogio López
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