Sr. Director:

En el año 2001, entre 30.000 y 35.000 españoles viajaron a Latinoamérica para tener relaciones sexuales con niños, según nos ha informado estos días la ONG "Save the Children". Es lo que llaman "turismo sexual". Uno se pregunta cuál es la raíz del problema. 

Los obispos, en su reciente pastoral familiar nos recordaban, para escándalo de los de siempre, las nefastas consecuencias de la llamada revolución sexual. En una sociedad donde el sexo se ha convertido en una industria, donde la pornografía genera miles de millones de euros/dólares, donde hay mucho de sexo y poco amor (ni de hijos, en consecuencia) es fácil terminar en el turismo sexual.  

Ésos que se van a acostar con niños son los mismos que antes se han empachado de toda la basura que nos ofrece la industria del sexo por sus muy diversos canales (pornografía por internet, televisión, revistas, espectáculos, prostíbulos, etc.). Ésos, los que cada vez necesitan más para satisfacer su siempre insatisfecho instinto sexual, son los que terminan en la locura del turismo sexual infantil. ¿Y de quién es la culpa? Sin duda, de esta industria del sexo y de todos los que la mueven y también de los que no la impiden, sino que incluso la fomentan o participan en ella, consiguiendo que siga viva, que siga generando dinero. Me pregunto, pues, a qué tanto escándalo con la reciente pastoral de los obispos. 

Admiro a la Iglesia por no tener miedo a llamar las cosas por su nombre y a hablar del amor y la familia como ya nadie habla en estos tiempos (porque de eso trata la pastoral familiar de los obispos españoles, que tantos han criticado; algunos, quizás, sin haberla leído). Antes de seguir despotricando contra la Iglesia les pido, únicamente, que, libres de prejuicios, se la lean y reflexionen.

Jorge Mira

jmira@cconline.es