Los jóvenes de hoy, como los de las generaciones precedentes, son capaces de ser generosos y comprometidos con causas que los movilicen, pero la educación moral de la persona ha ocupado, hasta ahora, un segundo lugar en las prioridades del conjunto de nuestra sociedad.
Los padres en primer lugar, seguidos de profesores e instituciones educativas estamos dejando mucho que desear en cuánto al modelo a imitar. Unos de los problemas más acuciantes que tiene la juventud de hoy son los programas de televisión, cuando no son series violentas, son insolentes, eróticas o los turnos de culebrones de chorizos u holgazanes que intentan ganar dinero a base de difamar, criticar y calumniar al personaje que se tercie. Y no digo nada, con el comportamiento que muchos de nuestros políticos utilizan con el insulto y las descalificaciones continúas al adversario.
Las virtudes humanas han ido poco a poco desvalorizándose. La fidelidad, el ser sinceros, el orgullo de mantener los principios por encima de las circunstancias y la conveniencia, eso ya no se lleva, no está de moda.
Esta tarde he leído en un periódico digital que el actor británico Charlie Cox que será el actor que dará vida a la película viaje interior basada en la vida de San Josemaría Escrivá, ha dicho que al estudiar el papel de este santo y su relación en el rodaje, ha cambiado su vida en relación con la Iglesia católica y con Dios, en palabras suyas dice: he cambiado como católico.
Hay un refrán que dice ¿Adonde va Vicente?, ¡adonde va la gente! Esto es lo que ocurre con nuestros jóvenes, hacen lo que ven y lo que les presentamos. ¿Ellos, son culpables en gran parte de sus comportamientos? No. Es esta ciudad consumista y relativista, la que está llevando al fango a nuestros hijos. Ha llegado la hora de buscarles el norte que los guíe en un camino que los saque del hastío, aburrimiento y desgana, que sienten de este mundo.
Elena Baeza
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