Una de las cosas que más desaniman al pistolero profesional es que, tras negociar con un competidor comercial, hay que deshacerse del cadáver.

Y eso es complejo. Pobres tipos: en ocasiones, la persistencia del fiambre en ofrecer visibilidad al público interesado les lleva a pensar si no sería mejor un saludable cambio de oficio. ¡Qué sé yo! Dedicarse a actividades más crueles pero más relajadas, como la intermediación financiera.

Digo esto porque el doctor Morín (en la imagen), de profesión la gestión de interrupciones del embarazo en las madres y de la respiración en sus hijos, nos ha aclarado a todos, en la vista judicial que se sigue en Barcelona, que su famosa máquina rompecocos, no trituraba restos de bebés sino de animales, como pollos y conejos, porque, empresario diligente como era, había optado por la diversificación. Apelo a unos cursos de veterinaria, noble profesión que en sus aspectos ejecutivos -eso, de ejecución- tantos paralelismos guarda con la industria del aborto: se trata de sacrificios no rituales, pero sí comerciales de animales, racionales en el caso del aborto, irracionales en el caso de los pollos.

Mi amigo Javier Paredes ha escrito un artículo de éxito titulado ¡Menudo pollo! Menos mal que no se le ocurrió hablar de máquinas trituradoras de "pollas y conejos", que hubiera resultado mucho más grosera pero ontológicamente pertinente.

Por lo demás, las exculpaciones veterinarias de Carlos Morín recuerdan mucho a las de José Bretón, otro presunto homicida, cuando aseguraba que el horno de fabricación de casera donde se le acusa de haber quemado a sus dos hijos era para quemar "perros y gatos", que también son ganas incineradoras.

Insisto, el aborto es mucho más que el aborto: siempre va acompañado de la mentira, porque si la gente pudiera contemplar -y puede, que conste- en qué consiste esta tan legal práctica se mesaría los cabellos y se haría provida.

Por tanto, la técnica del Nuevo Orden Mundial (NOM), empecinado en convertir el aborto en un derecho, consiste en ocultarlo. Un derecho oculto, si ustedes me entienden. Ocultar la muerte y ocultar el cadáver.

Pero el aborto en España, y en la mayoría de los países homicidas es, además, un fraude de ley. Cuando la masacre se convierte en un mercado, lo que impera es, como en cualquier otra empresa, los elementos de productividad y beneficio. En plata, los abortorios nunca van a despreciar un cliente por una quisicosa legal. Ustedes ya me entienden.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com