Reconozco que me he despertado muy interesado con el artículo de El Confidencial.com, ese espléndido competidor de Hispanidad regido por un periodista espléndido: Jesús Cacho. De repente, me encuentro con un artículo donde se "demuestra" (desde el auge del tonti-empirismo progre, el campo semántico del verbo "demostrar" es inmenso) que la constructora española Sacyr sí estaba conchabada con el ‘clan de Murcia', en contra del pobre ciudadano de la República Francesa, Jean François Roverato, para echarle como presidente de Eiffage: ¡Pobriño!

El reportaje tiene toda la pinta de llegar desde una agencia de detectives que, a su vez, se la trasmite a una agencia de comunicación que cobra de Eiffage para que se la filtre a los medios. No se lo reprocho a Jesús. Si la información filtrada fuera cierta y de interés público y hubiera llegado a manos de Hispanidad, nosotros también la habríamos publicado. El problema es que no es cierta. O lo son los datos, pero no la inferencia.

En resumen, el informe viene a concluir -con ese rigor en los datos y esa debilidad argumental que caracteriza al empirismo detectivesco- que si Sacyr posee el 33% de Eiffage y otros murcianos ("naranjeros", que diría Jean François, al que supongo no le gustan las naranjas) el 17%, pues ya sumaban el 50% -los de letras somos así de listos-, con lo cual, ¡ajajá!, estaríamos ante una concertación ‘horribilis', sicut erat demostrandum.

Pero, hombre, querido Jesús, ¿cómo va a haber concertación cuando Sacyr ha lanzado un OPA por el 100 por 100, para todos, repito, todos, los accionistas de Eiffage? Y lo dice, precisamente, Jean François, que se ha conchabado con el regulador AMF (o sea, con el árbitro) y con la clase política francesa (ver Hispanidad de hoy), la misma que tiene en sus manos la banca publica CDC y otros organismos, igualmente estatales, para mantener a raya a "los naranjeros". Y estamos hablando de construcción, no de un sector estratégico.

Querido Jesús, a ti que te gusta tanto el liberalismo -a mí no, que conste- deberías saber que en este caso, la postura liberal corresponde a la española Sacyr Vallehermoso, y la postura proteccionista, de concubinato público-privado, de trampa político económica, de trucos de ingeniería contable y fullerías de Monipodio corresponde por entero, toda ella, a monsieur Roverato, a la AMF y al Senado francés. Roverato lleva tiempo cobrando el dinero que corresponde a sus accionistas -españoles y franceses- y manipulando la acción con especuladores tan peligrosos como Albert Frère. Lo que este peligroso personaje ha ganado con Eiffage, lo han perdido el resto de los accionistas. O sea, Jesús, todo de lo más liberal. La regeneración que según tú, necesita España, no vendrá de Francia, puedes estar bien seguro.

Insisto: la triste historia de la piel de toro consiste en que vive en permanente guerra civil, de la que siempre se aprovecha el de fuera, el que viene a salvarnos de nuestros propios odios y que, ¡ay dolor!, se ve obligado a quedarse con vidas y haciendas españolas.

Los ejemplos se cuentan por cientos, en lo grande y en lo menudo. Verbigracia: no puedo sustraerme a la sensación de que una de las razones para que el Barça ha fichado a Thierry Henry -además de sus innegables dotes para detener un cuero redondo con la punta de la bota y aparte del dinero que va a ganar en Can Barça- es su antiespañolismo visceral. El numerito -en defensa del racismo naturalmente, que todas las canalladas se perpetran en nombre de las más nobles causas- que montó contra Luis Aragonés, por una frase inocente y bobalicona dicha en un entrenamiento, el odio que él y otros cantamañanas de la Selección francesa de Fútbol, como Patrick Vieira o Barthez, vertieron contra España durante el Mundial de Alemania, iban más allá, demasiado más allá, de la mera bronca de hinchas futboleros. Henry llegó a decir, cuando el Arsenal le pagaba mejor, que nunca jugaría en la Liga española, por ser éste un país racista. Pero, como dice Laporta, el hombre que le ha fichado: el Barça no es un equipo español aunque juegue en la Liga española.

¿Cosas del fútbol? Puede, aunque no por ello menos ilustrativas. Pero insisto: no deja de ser sorprendente que los franceses, a fuer de ‘chauvinistas', provoquen el deseo de hacerse francés. Los españoles, a fuer de estúpido cainismo, repelemos. Deberíamos preguntarnos por qué tan pocos inmigrantes residentes solicitan nacionalizarse españoles, a pesar de las ventajas que ello les comportaría. Y deberíamos respondernos que ningún ajeno puede ansiar aquello que los propios desprecian. Que es, exactamente, lo que le ocurre a Occidente con el Islam y el panteísmo oriental: ¿cómo queremos que Oriente -que no sólo es el Islam sino la inmensa Asia- respete a Occidente si los occidentales no respetamos los principios cristianos en los que se cimenta nuestra civilización y nuestra forma de vida?

A este paso, voy a tener que hacerme patriota, ciencia en la que nunca he andado muy ducho, lo reconozco. Digo que me haré patriota para no pasar por imbécil.

Eulogio López