Democracia no es sólo votar en elecciones libres cada cuatro años. Si así fuera, nadie puede negar la legitimidad de Adolfo Hitler o de los regímenes fanáticos islámicos. Democracia es defender los derechos de la persona, de cada persona, aunque se encuentre en exigua minoría. Dicho de otra forma aún más llamativa: democracia no es lo que votan los demócratas, sino lo que preserva la democracia, lo que preserva los derechos humanos.

Desde la caída del Muro, el populismo indigenista iberoamericano, ha encontrado otro camino para alcanzar el poder y forjar una dictadura: explotar la pobreza del pueblo. El arquetipo de este indigenismo populista, de esa tiranía de la demagogia, es Hugo Chávez, el hombre que regala hornillos a sus ciudadanos más pobres para que no salgan de la miseria pero le estén electoralmente agradecidos y necesiten las limosnas del Régimen a perpetuidad, el caudillo majadero que busca el Castrismo para Venezuela pero desde la legitimidad democrática, que ha sometido a los medios de comunicación, que no se preocupa, todo lo contrario, por mejorar la educación de su pueblo y que amedrenta la sociedad civil con el matonismo de los círculos bolivarianos, hasta desembocar en una Constitución que le perpetuará en el poder. Es decir, una autocracia disfrazada de democracia.

Siguen sus pasos, que son los pasos de la Cuba de castro, Ecuador, Nicaragua y Bolivia, que componen el bloque progre de izquierdas, el indigenista. Luego está el progresismo de derechas que, aceptando el capitalismo, mantienen las consignas del Nuevo Orden, especialmente contra la vida y la familia. Estos son Brasil, Chile, Perú y Colombia (¡Qué vergüenza, el silencio del colombiano Uribe ante la zafiedad chusca del impresentable Chávez en la Cumbre). A medio camino entre el bloque progre de izquierdas y el bloque progre de derechas, se encontraría la Argentina del dúo Kirchner, cúspide de la demagogia y la corrupción.

Ante este panorama de los dos bloques progres, igualmente peligrosos para la democracia y las libertades, el Gobierno español no puede conformarse con la reunión anual de las Cumbres iberoamericanas. Al igual que Chávez ejerce el proselitismo antidemocrático, España debe ejercer la defensa de la democracia, rompiendo decididamente con esta ‘troupe' de aprendices de tiranos. Con la fuerza de la palabra, denunciando las maniobras liberticidas de personajes de la talla de Chávez. Ahí tienen su primera prueba: ZP defendió con gallardía a su adversario Aznar, y en Hispanidad le hemos felicitado por ello (http://hispanidad.com/noticia.aspx?ID=19867): ahora debe dar un paso más y enfrentarse directamente a si "amigo" Chávez, criticando su proyecto constitucional-autocrático.

Me extrañaría que tuviera el coraje para hacerlo, pero el PP debería pensar en ello. Desde ahora, desde la oposición. En lugar de criticar al Gobierno (vergonzosa la reacción del progre de derechas Gabriel Elorriaga, precisamente cuando ZP se comportó como un estadista), debería empezar a ejercer el proselitismo democrático en Hispanoamérica. Los hispanoamericanos se lo agradecerían, porque lo que se dice en España tiene allí mucha influencia. Ahora mismo, esa es la tarea pendiente de la hispanidad del siglo XXI.

Eulogio López