Acabo de leer a un veteranísimo comentarista político, de cuyo nombre prefiero no acordarme, que acusar a China de ser una tiranía es una hipocresía enorme.
Luego se ha puesto a comparar a Estados Unidos con el gigante del Este y resultó que George Bush era mucho más dictador de Hu Jintao. Aquel era culpable de Guantánamo y una docena de guerras genocidas, mientras al pobre Hu apenas se le podía acusar de una comprensible censura, del todo necesaria ante la necesidad de mejorar el bienestar del país. Al final, nuestro muy veterano analista nos ha advertido que mucho cuidado con criticar a China. A la dictadura norteamericana lo que quieran, pero a China ni tocarla. Lo demás, especialmente las denuncias de George Bush, pura hipocresía.
La actitud de nuestro reflexionador político profesional, de cuyo nombre no pretendo acordarme, es la que permitió que el comunismo tiranizara a media humanidad durante cincuenta años -algo más si nos remontamos a la revolución-. Mientras cretinos como el respetado autor cuyo nombre no quisiera recordar en algún tiempo golpeaban el pecho de la Europa libre, el comunismo ruso y chino ponían en jaque la libertad en todo el mundo, y pocos era los que se atrevían, hasta semanas antes de la Caída del Muro, a decir lo que ha dicho George Bush: que quiere libertad para los chinos.
Mientras, España continúa del lado de los liberticidas, del lado chino, con un Gobierno que se ha puesto descaradamente a favor de la dictadura y una TV pública, en estos casos mucho más importante que el Gobierno quien, con la acomodaticia María Escario por bandera nos cuenta, mocionada, que éste es el momento de China. Y es muy cierto, es el momento del Gobierno chino, no de los chinos.
Y el secretario de Estado para el deporte, uno de los socialistas más sectarios del PSOE, nos dice que no le gusta la falta de respeto a los derechos humanos pero que, dejando a un lado ese pequeño detalle, "China quiere abrirse". Mientras, mordaza sobre los protagonistas del evento, sobre los deportistas españoles.
Ahora bien, cuál ha sido la reacción de los susodichos deportistas ante la ley mordaza que se les ha impuesto. Pues la de la baloncestista Amaya Valdemoro, cuando Alejandro Blanco, vergonzoso presidente del Comité Olímpico Español (COE), amenazó a toda la delegación española con enviarla a casa si se atrevían a hablar de política o de religión e incomodar con ello al tirano Hu Jintao.
Todo el mundo calló, y ante la petición de preguntas, esa mujer comprometida y corajuda, preguntó:
-Alejandro, ¿habrá jamoncito?
A bodas me convidan, pensó el matón:
-Por supuesto, y vino español.
Y si hay jamoncito y vino español, a los chinos que les vayan dando. Es cierto: cada pueblo tiene el Gobierno que se merece.
Eulogio López