Lo dice José María Martín Patino (en la imagen), el jesuita que puso en marcha la Fundación Encuentro y al que un grupo de políticos catalanes y españoles, por ejemplo Jordi Pujol, encargó la creación de un puente de entendimiento para conciliar a Madrid con Barcelona y a Cataluña con el resto de España. Fracasó en su intento, por la sencilla razón de que, en lo que se refiere al problema catalán, los talibanes han tomado el poder, sobre todo desde que Artur Mas enloqueció y se puso a la cabeza del secesionismo. Lo dice en la memoria de actividades: "Creemos que ha llegado el momento de restaurar el prestigio y la eficacia del poder político. Haremos cuanto nos sea posible para reconciliar la política con todos los otros poderes, como el económico, tratan de usurpar el timón de esta nave que es nuestro país".

No es mal resumen. Lo que asegura Patino es que la imagen de la clase política está por los suelos. No sólo por la corrupción sino por algo más grave: ha perdido el concepto de bien común y ha perdido el ideal de servicio a los demás. Los partidos políticos se han convertido en facciones que buscan un sillón. Por eso, ante cualquier pregunta, se sabe lo que un político español va a decir. Son muy previsibles.

Los poderes económicos actúan con la prepotencia que les ofrece la crisis: por no perder el puesto de trabajo la gente es capaz de cualquier cosa y el Gobierno cede ante los grandes empresarios pero, sobre todo, ante los mercados financieros, que de democráticos tienen poco.

Se olvida Patino de los jueces, que son parte fundamental del cainismo que rige España, donde el otro nunca tiene razón ni cuando la tiene. Aún más: el otro nunca actúa con rectitud de intención. No está errado sino que es un malvado. Esta es la crisis de España.

No se trata de que los jueces estén politizados, lo que están es ensoberbecidos, hasta la náusea. Les pierde la posibilidad que les ofrece un Estado de Derecho,  que ya no cree en principios y que, por lo tanto, debe conformarse con la ley para machacar al poderoso (o al famoso). Y esa soberbia es la que les lleva a interpretar la ley, que no la justicia, y a interpretarla según sus prejuicios.

España sufre una crisis moral, mucho peor que la económica: sufre una crisis de cainismo en la que el otro siempre es malo. Por definición. Y, por tanto, no hay posibilidad de perdón ni de arrepentimiento. El cainismo español no es otra cosa que la descristianización de España.

Eulogio López

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