La historia empezó el día en el que el entonces presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, regaló el Círculo de Bellas Artes a lo más granado de la élite cultural de Prisa, la megaempresa de don Jesús Polanco. Ahora, desde la Alcaldía de Madrid continúa financiando al Círculo, aunque el grueso del dinero fluye desde la Presidencia de la Comunidad Autónoma, presidida por Esperanza Aguirre. Para Gallardón, donar el Círculo a la gente de Jesús Polanco significaba otro favor más a don "Vito Polancone" para evitarse problemas con la Cadena SER y el diario El País.

 

Total, que los progres del Círculo han decidido que ya es hora de quitarse la máscara y pasar al terrorismo directo. Así, han programado un monólogo teatral, titulado "Me cago en Dios", más que nada porque a falta de talento, ya saben: o sexo o blasfemia. Como para llamar la atención a través de la procacidad hace falta realizar a estas alturas un denodado esfuerzo de imaginación, pues hay que dedicarse a la blasfemia. Es decir, a sacar de quicio a los únicos a quienes les importa algo alguna cuestión: a los cristianos. De la boca de la presidenta de la Comunidad de Madrid todavía no ha salido ni la menor censura acerca de la injuria a millones de cristianos. Recuerdo que uno de sus colaboradores más próximos, empeñado durante las pasadas elecciones madrileñas en que el partido Familia y Vida se retirara de las elecciones para no dañar al PP, me aseguraba que "para Esperanza los valores son muy importantes". Es más, confesaba que una de sus frases favoritas revoloteaba alrededor de la ética: "Con los valores no se juega". Diga que sí señora, con los valores, jamás, salvo que sean valores que afecten a la mayoría de la población madrileña, que profesa la fe cristiana. Entonces, es secundario.

 

Los responsables de que los canallas del Círculo de Bellas Artes continúen llenándose los bolsillos con su programa baboso son, por tanto, la Comunidad de Madrid, con una subvención de 1,4 millones de euros, a lo que hay que añadir otros 150.000 eurillos del Ayuntamiento. Como se ve, todo ese dinero se dedica a obras de caridad, como la que nos ocupa. Pero también hay que reparar en los patrocinadores privados. El Consorcio del Círculo se compone de la Comunidad de Madrid, el Ayuntamiento y la compañía privada Iberia. Me consta que la empresa que preside Fernando Conte ya ha protestado ante el Círculo. Algo es algo, aunque no basta. Por cierto, que Iberia y CajaMadrid también protestaron como patrocinadores del Instituto Municipal de Cultura de Barcelona, que también preparó una exposición de pintura con la misma blasfemia por título. Con su amenaza de retirarse se consiguió parar el asunto, pero hubo otro patrocinador que en ningún momento protestó: Prisa, de Jesús Polanco.

 

Y por cierto, ¿cómo es posible que el Círculo, a pesar de ser una patulea de memos-progres, se atreva a tanto? Pues, muy sencillo, porque el autor del libelo es Íñigo Ramírez de Haro, familia política de doña Esperanza Aguirre. Son muy agudos estos chicos del Círculo: colocan al cuñado imbécil (¿esta vez se me puede permitir el insulto, verdad?) de la presidenta paganini y, si se atreve, que ésta ponga el veto. La próxima cena de Nochebuena en Can Aguirre va a ser muy divertida.   

 

La reacción del discurso cultural imperante frente a la blasfemia es muy curiosa. Por ejemplo, la progresía de derechas de El Mundo aplaudía el cese del comentarista de televisión, y ex entrenador de fútbol, Ron Atkinson, por un comentario racista sobre el jugador negro Desailly. Lo hizo porque pensó que el micrófono estaba cerrado, y, al parecer, fue un insulto bastante habitual. Pues, Pedro J., muchacho, ¿no quedamos en que las ideas no delinquen? Recuerda que Atkinson pensaba, además, que el micrófono estaba cerrado, ergo no fue un insulto público, al menos en su intención, sino un comentario privado. Y en cualquier caso, ¿no quedamos en que no se puede castigar a quien expresa ideas racistas, o nazis, o estalinistas? Sin embargo, aquí El Mundo no se cierra en banda y apuesta por el despido (así se ha hecho con el entrenador). Al paro con él. Sin embargo, el diario de Pedro J. Ramírez no considera ni digno de comentario una obra de teatro que atenta contra la mayoría de la población española. Lo que demuestra que la tolerancia progre ampara a todos… menos a la Iglesia y a los cristianos. A esos hay que masacrarlos.

 

¿Y los tribunales? ¿Podemos acudir los cristianos a los tribunales? La verdad es que desde la reforma del Código Penal (por cierto, llevada a efecto por la ilustrísima vicepresidenta primera del Gobierno, entonces secretaria de Estado de Justicia, doña Teresa Fernández de la Vega), no. Se suprimió el delito de blasfemia y se modificó por una rocambolesca redacción, según la cual sólo se condenará a quien haga escarnio de la liturgia de un determinado credo religioso (artículo 525 del Código Penal). Dicho de otro modo, un tipejo puede entrar en una Iglesia y ponerse a blasfemar a voz en grito delante del Sagrario que, si no interrumpiera un culto litúrgico, nadie podría tocarle un pelo. De hecho, desde la modificación, nadie ha sido condenado por blasfemia. Si insultas a los judíos, caerá sobre ti, también en los tribunales, la acusación de genocidio. Si te metes con el Corán, es posible que alguien te degüelle en una esquina oscura, pero insultar a Cristo resulta gratis en la católica España. Y si consigues demostrar que hay intención de mofa y escarnio, cuestión espinosa y equívoca, no se crean que el insultador va a sufrir en demasía: la multa puede oscilar entre los 5 días y los dos años, con cuotas diarias que, a su vez, pueden oscilar entre las 200 y las 50.000 de las antiguas pesetas. O sea, que, con un poco de suerte, a los autores de la obrita a lo mejor les condenan con un par de euros.

 

Respecto a aquellos cristianos, o simplemente ateos respetuosos (tolerantes) que prefieren callar ante esta situación, hay que decirles que es inútil callar ante la blasfemia, intentar que pase desapercibida, con el argumento de "no darle más publicidad". Por dos razones. La primera porque el agraviado, Dios, sabe perfectamente del agravio. Y la segunda, por una cuestión muy humana: porque es una cobardía disfrazada de inteligencia. El problema es que el Cristianismo no es marketing, sino amos a la verdad.

 

El siguiente paso será arrojar a los cristianos a los leones. Todo se andará. Y sí, debemos rechazar, como procedente del mismísimo Satanás que es, la tentación de romperle la crisma al director del Círculo, la directora de la obra y al actor que la protagoniza. Lo sé, es duro, pero hay que aguantarse a toda costa. El proceder de los musulmanes resulta tentador, pero insisto, ni hablar del peluquín.

 

Eulogio López