El pasado miércoles, la presidenta madrileña Esperanza Aguirre dio un paso más en su objetivo político de convertirse en la primera mujer candidata a la presidencia del Gobierno por el Partido Popular. Para ello utilizó el incomparable marco de la fundación FAES, justo al lado derecho de José María Aznar. De hecho, si Gallardón y Aguirre están perpetuamente enfrentados es porque ambos tienen el mismo objetivo : sustituir a Mariano Rajoy en su condición de candidato a la Moncloa.
Como tren ideológico para llevarle a tan ansiado destino, Aguirre optó por el liberalismo. Su participación en los cursos de verano de la fundación FAES, constituyeron un canto a las virtudes de la globalización para acabar con la pobreza en el mundo. Claro que la globalización de doña Esperanza es, como siempre, parcial: levantamiento de las fronteras para capitales y mercancías pero no para los trabajadores, asimismo, Aguirre incurrió en otro de los tópicos de neoliberalismo : la necesidad de no sostener artificialmente empresas no competitivas. Un principio de lo más cierto siempre que se consideren dos cuestiones: los países pobres están compitiendo en ese mercado global gracias a salarios de miseria al tiempo que los países ricos pretenden mantener el proteccionismo encubierto de las subvenciones públicas lo que está destrozando el agro en el tercer mundo. Esta es la razón y no el proteccionismo ideológico de que muchos países pobres mantengan sus fronteras cerradas a determinados países occidentales.
En cualquier caso la carrera hacia la presidencia de doña Esperanza dio un paso muy importante en la fundación FAES. Ahora le toca mover ficha a Gallardón, por ejemplo, con unas olimpiadas.