La cosa ocurrió en Sevilla cuando un grupo de artistas (últimamente los encargados de vender los grandes avances históricos, tales como la futura Carta Magna europea, no son juristas ni catedráticos) se disponía a leer el gran ladrillo constitucional. No había acudido nadie, pero es igual: un profesional es un profesional, lo que significa que en cuanto le pagan unos buenos euros es capaz de leer el Tratado Constitucional, todo entero, a los naranjos del Parque de María Luisa. Como quien dice, un gran éxito de público.
La campaña por el SÍ en el referéndum del próximo 20 de febrero recuerda aquella anécdota del que fuera presidente de Navarra, Gabriel Urralburu, en plena Transición. Apareció por una pequeña aldea navarra para dar un mitin y se encontró con que el aforo estaba compuesto por dos personas: dos hombres de edad que habían acudido a la convocatoria con aire circunspecto. Urralburu estuvo a punto de suspender el acto, pero, profesionalidad obliga, comenzó a hablar. Eran los tiempos del ¡compañeros!, por lo que don Gabriel insistió en el ¡compañeros! una y otra vez. Quizás demasiado, porque, transcurridos cinco minutos, uno de los miembros de la pareja que componía el público se vio obligado a precisarle:
- Mire usted, creo que aquí hay un error. Nosotros somos de la Guardia Civil y nos ha mandado el sargento para mantener el orden.
No me extraña nada que el pobre Urralburu acabara en la cárcel por corrupción.
Y mucho me temo que al Gobierno Zapatero puede ocurrirle algo parecido como apóstol de la Carta Magna. Eso si, un apóstol que utiliza el dinero de los demás para vender su magnífico proyecto.
El Informe sobre el Tratado Constitucional europeo fue aprobado en el Parlamento de Estrasburgo, presidido por ese gran europeísta que es Josep Borrell, con 500 votos a favor, 137 en contra y 40 abstenciones. Que un texto constitucional sea aprobado por un 68% de la Cámara y tenga en contra al 18% es como para echarse a temblar. Porque no estamos hablando de ciudadanía, sino de los europarlamentarios, es decir, los convencidos con la causa europea, los que cobran de las instituciones europeas, ergo, los más europeístas de todos, o al menos así hay que suponerlos. Y eso tras la agobiante campaña de todo el sistema político, de la izquierda y la derecha, de democristianos y socialistas, en favor del texto elaborado por el masoncete de Giscard DEstaing.
Hubo socialistas franceses que rompieron con el acuerdo (logrado en el referéndum interno del Partido Socialista Francés) y votaron contra el texto legal. Lo mismo hicieron la mayoría de los diputados británicos, país clave en Europa, la mayoría de los diputados polacos y checos, que se suponen deberían ser los más entusiastas con una Unión en la que, por fin, tras décadas de dictadura comunista, han logrado entrar. Entre los polacos, el único partido cristiano, La Liga de Familias Polacas, se postuló en contra del texto.
Por lo que respecta a los diputados españoles, votaron a favor del sí los diputados del PSOE y del PP, es decir, el Sistema, mientras las izquierdas de IU y ERC votaban en contra.
NO en mi nombre, clamaban británicos y checos, mientras un diputado polaco portaba una pancarta aún más interesante: Esta Constitución es la muerte de Europa. Me quedo con este cartel. En efecto, es la muerte de todo lo que Europa representa. Europa, madre de lo que hoy llamamos Occidente, reduce todos sus principios, toda su historia, toda su cultura, a un sólo principio : La persona es sagrada. Un principio (valores, que le dicen), que es la consecuencia lógica del Cristianismo, esa extraña religión que proclama que Dios mismo se hizo hombre y murió en una cruz, prohijando a toda la humanidad: La persona es sagrada porque es hija de Dios. Por eso, la Cristiandad medieval, y desde entonces todo Occidente, en el que más tarde ingresarían el continente americano, lo mejor de África, Oceanía y buena parte del Gran Pacífico, al Este del Este, pregona que la persona es sagrada y que toda la acción política debe girar alrededor de ella. Oriente se empeñó en lo contrario... y así les va, por mucho que intentemos mitificarlo. Por eso, que la Constitución Europea no garantice el derecho a la vida, primer derecho de esa persona sagrada, desde la concepción hasta la muerte natural (primera Constitución del mundo actual y primera declaración de la ONU que omite este punto), es simplemente una traición a Europa, la muerte de Europa. No hay exageración alguna.
Si necesitan más razones para votar NO, pueden apuntar un montón, pero casi todas ellas penden de esa omisión del derecho a la vida, que no es un derecho más, sino la base de todos los derechos humanos.
Hispanidad.com recordaba el jueves 13 que la Constitución comunitaria permitía la guerra preventiva. Es decir, ese principio, y buen principio, pues la guerra preventiva es un error, el mayor del presidente George Bush, por el cual dos millones de personas se lanzaron a la calle contra la guerra de Iraq, la misma que llevó al poder a Rodríguez Zapatero, hoy apóstol del SÍ al Tratado Constitucional. No nos engañemos, la Constitución Europea representa un paso más en ese Nuevo Orden Mundial, que la plutocracia, los ricos del planeta, intentan imponer a la mayoría de la humanidad. La alianza entre los abortistas y el capitalismo es de todos conocida, hasta el punto que el Imperio de la Muerte está financiado por empresas y familias como HP, Ford, Microsoft, los Rockefeller, Buffet, Soros, Kissinger, Gorbachov, etc.
Los partidarios del SÍ, la progresía imperante, están tan asustados ante esta nueva rebelión de las masas que incluso el precitado Josep Borrell habla de una Constitución que pueda ser modificada en 25 años. ¿De verdad puede hacerse una Constitución para 500 millones personas, y los que vendrán después, con ánimo de modificarla en 25 años? Eso no es ni una Constitución, ni tan siquiera una ley orgánica.
Hay que votar NO, no sólo porque estamos a tiempo de cambiar una mala Constitución, sino porque nos jugamos una buena o una mala globalización y nos jugamos, sobre todo, una ruptura con la sociedad mediatizada, que puede acabar en un asomo de democracia. Además, la campaña del poderoso Sistema de poder en favor del SÍ, sin el menor asomo de imparcialidad, significa considerar idiota al votante, un refresco del ilustrado Todo para el pueblo pero sin el pueblo. Para salvaguardar el sistema democrático, vota NO.
Personalmente, votaré NO, no por ser euroescéptico, sino por ser profundamente europeo, porque, en verdad, esta Constitución es la muerte de Europa.
Eulogio López