En la sesión extraordinaria del Congreso, centrada en el debate sobre el "caso Bárcenas", el presidente Mariano Rajoy dejó bien sentadas dos ideas claras, expresadas con serenidad y firmeza.
Que en un Estado de Derecho es fundamental creer en la presunción de inocencia y que nada ni nadie que se base en falsedades va a desestabilizar al Gobierno ni frenar su programa de reformas, en buena parte destinadas a regenerar la vida política. Con este telón de fondo, me pareció entender que Rajoy lamentaba el hecho de haber cometido el error de confiar durante largos años en una persona que no lo merecía y que ha tenido funciones importantes en el Partido Popular.
Pero tal y como el propio Rajoy adelantó desde el principio de su intervención, la oposición socialista, empeñada en convertir el Parlamento en una sede judicial, tenía ya establecida su propia versión de la verdad al dar total crédito a las mentiras y medias verdades de Bárcenas en su estrategia para evadir la acción de la Justicia, cosa, a mi entender, bastante reprobable.
Con este debate no parece que la estabilidad política esté garantizada pero si que la tendremos durante un tiempo más.
Jesús Martínez Madrid