Los que pertenecemos al lenguaje escrito nos maravilla la labor de quienes saben hablar con imágenes. Me he quedado prendado de la protagonista, cuyo mensaje es muy sencillo: Estoy involucrada en la muerte de 35.000 bebés. Es curioso, los aborteros arrepentidos o los provida prefieren el término bebé al término niño, quizá para resaltar lo más repulsivo del aborto: que supone asesinar no a una persona adulta sino al ser humano inocente y más indefenso: el concebido y no nacido.
La protagonista se siente involucrada, en el sentido de que participó en los abortos, asesinatos de los que son responsables los matasanos que los perpetran, las enfermeras que ayudan a los administrativos que complementan los actos y los legisladores que lo permiten... cuando menos. Pues bien, ¿qué diría el senador socialista vasco Roberto Lertxundi, todo un empresario del aborto, es decir, probablemente el personaje más miserable y repelente de toda la cadena?
Claro que se enfada cuando le hacen llegar un Bebé Aído: yo también me cabrearía.
Por lo demás, va siendo hora de regular las actividades profesionales de los políticos: ¿Qué es eso de que un señor rellene su faltriquera perpetrando abortos y vote en el Senado a favor de una ley de aborto? Es como si Emilio Botín se hiciera senador y apoyara una reducción fiscal para los beneficios bancarios.
Eulogio López
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