Es el mensaje que la banda asesina ETA ha lanzado en la mañana del martes, cuando colocó un pequeño artefacto explosivo en la localidad zaragozana de Añón del Moncayo, en una central hidroeléctrica ya abandonada. Así lo reconoce el propio ministro del Interior, José Antonio Alonso, mucho más duro que su amigo el propio Presidente del Gobierno, Rodríguez Zapatero, Y es que el cargo de ministro del Interior imprime carisma. Alonso ha dejado a un lado su carácter de juez y se ha centrado en el de policía que persigue a los terroristas y que intenta proteger a las fuerzas de seguridad.
ETA ponía un artefacto en Zaragoza, que hay que sumar al coche bomba del pasado sábado en Ávila. La ETA no habla de abandonar la lucha armada en su último comunicado, pero quiere dejar claro que si Zapatero no abandona su política puede llegarse a un acuerdo, cimentado sobre el trueque del que ya hemos hablado en tantas ocasiones: beneficios penitenciarios para todos y deportaciones para etarras con delitos de sangre.
Es el nacionalismo vasco, no ETA, quien ha puesto un precio político, dado que, de otra forma, el PNV estaría abocado a la pérdida del Gobierno previsiblemente en beneficio del PSOE