La ética ciudadana constituye el compromiso individual de cada persona con el bien común, independiente del poder estatal. Sirve para encauzar el pluralismo y lograr una convivencia pacífica y respetuosa con las convicciones ajenas.

El antropólogo y especialista en cultura clásica Rafael Gómez Pérez dice que el Gobierno debe fomentar esta ética ciudadana, pues resulta mucho más acorde con la libertad de los individuos que la polémica asignatura Educación para la Ciudadanía, creada por decreto y no por amor a la libertad.

La ética ciudadana palpita en la propia sociedad civil de la que surge. Está basada en la dignidad de todo ser humano. En cambio, con Educación para la Ciudadanía, el Gobierno socialista no pretende enseñar los derechos y deberes de los ciudadanos, sino hacer propaganda de una ideología concreta y excluyente.   

Es el proceder típico de los Estados autoritarios para domesticar a la sociedad. Una forma de someter la moral social a los vaivenes ideológicos del poder. Tal pretensión es contraria a la dignidad de la persona, porque lo que el gobernante debe hacer es acomodar el ejercicio del poder a las exigencias éticas.

Clemente Ferrer Roselló

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