Con la excusa de la crisis, los gobiernos reducen las ayudas a la familia y se olvidan del salario maternal. La Unión Europea se enfrenta a una población envejecida y a la rebaja de las pensiones. Todo el Estado del Bienestar está en entredicho por la brusca reducción del número de jóvenes

Él es profesor de universidad y ella médico del Insalud. Tienen cinco hijos la mayor de 11 años- y esperan un sexto. Viven en un barrio madrileño de clase media-baja. No se lo han dicho a los mayores porque a pesar de su corta edad, ya han sufrido la crueldad antimaterna que reina en España. Una mujer que se atreve a tener más de dos hijos, es mirada con recelo e insultada por aquéllos -sobre todo aquéllas- que no han tenido el mismo coraje. Este matrimonio constituye una verdadera excepción en la España del siglo XXI.

Un economista argentino de visita en España me dice que lo que más le ha sorprendido es la escasa vitalidad del país: los españoles no tienen hijos, pero los franceses e italianos países que también ha visitado- tampoco están para tirar cohetes. Europa es hoy, más que nunca, la vieja Europa.

Pero el problema no sólo es europeo: un destacado miembro de la comunidad judía española, especializado en la historia de su pueblo, me repite que el principal problema que afrontan los judíos no es la bomba nuclear iraní ni el fanatismo de Hezbolá y Hamás, sino su escasa natalidad. Los judíos censados en el mundo eran 15 millones hace 10 años, ahora 13,5. Así se comprende que los ortodoxos sean tan valorados por el resto de la población israelí, al menos aquella parte de la sociedad todo lo laica que desean, pero empeñadas en no suicidarse: los ortodoxos tienen muchos hijos.

Toda la civilización judeocristiana, pero especialmente Europa, necesita una sola cosa: hijos. Por definición, una sociedad sin vitalidad se muere. Pero es que, además, el envejecimiento de la población constituye el mayor problema económico de la vieja Europa, más vieja que nunca, con una tasa de natalidad que apenas alcanza el 1,5% (en España es del 1,2) ni tan siquiera cubre la tasa de reposición. Por eso, las ciudades europeas son ahora multiétnicas: solo los emigrantes y algunos cristianos consecuentes se atreven con la familia numerosa.

De hecho, el envejecimiento de la población obliga a rebajar las pensiones, rebaja que se esconde bajo el equívoco eufemismo de reforma. Alargar la vida laboral y modificar el cómputo de la pensión no son sino formas de engañar a los ciudadanos. Lo cierto es que se rebajan las pensiones porque la bomba demográfica no consiste en que haya mucha gente sino en que haya pocos jóvenes.  

No sólo son las pensiones, sino el Estado del Bienestar. El gran logro económico europeo tras la II Guerra Mundial, lo que está en juego.

En resumen, la única salida es promocionar la maternidad, ponérselo más fácil a los jóvenes. Hay que implantar el salario maternal, que la mujer octubre, es de justicia, por aportar a la sociedad un nuevo contribuyente a costa de su carrera laboral y su dedicación.

Sin embargo, la crisis está llevando justo a lo contrario, a reducir las ayudas a la familia y a olvidarse del salario maternal, ya vigente en países como Francia, Bélgica o Irlanda y que han dado muy buenos resultados, aumentado la tasa de natalidad. En España no existía salario maternal, sólo el cheque bebé y acaba de ser suprimido.

Europa necesita, antes que otra cosa, hijos. De otro modo Europa, ya mortecina, desaparecerá como civilización, Y con ella, todo Occidente.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com